CIUDAD DE M\u00c9XICO, 20 de octubre de 2018.- El dos de octubre de 1968, \u00e9l me salv\u00f3 la vida. Desde la ventana de mi cuarto, en el quinto piso del edificio Quintana Roo, que daba a la calle de Manuel Gonz\u00e1lez observ\u00e9, horrorizado, a mis 15 a\u00f1os, como los soldados levantaban cuerpos (algunos inertes, otros heridos, que gem\u00edan) de los pies y de los hombros y despu\u00e9s de tres balanceos los lanzaban a los camiones militares.<\/p>\n
La escena no dejaba de repetirse. Era la noche del dos de octubre de 1968. A todo pulm\u00f3n, irreflexivo, les grit\u00e9 \u00a1Asesinos, asesinos\u2026! De pronto, un empell\u00f3n me tumb\u00f3 al piso, al momento que su voz, grave, me dec\u00eda: \u201cNo seas pendejo\u201d. Una fracci\u00f3n de segundo despu\u00e9s un balazo estall\u00f3 en el marco de la ventana.<\/p>\n
Quien me hab\u00eda empujado y ahora, ambos en el suelo, me ve\u00eda con los ojos desorbitados era Eduardo Deschamps. Ese d\u00eda, \u00e9l me salv\u00f3 la vida. Todo esto viene a cuento porque este fin de semana falleci\u00f3 Eduardo Deschamps Rosas, periodista del m\u00edtico Exc\u00e9lsior de Julio Scherer y cofundador de unom\u00e1suno.<\/p>\n
\u00c9l fue, durante unos a\u00f1os, mi t\u00edo, ya que por esas fechas estaba casado con mi t\u00eda Mary del \u00c1guila, hermana de mi madre, Isabel. Pero m\u00e1s que mi t\u00edo, fue, un camarada, siempre solidario, presto a ayudarte, a darte consejo.<\/p>\n
A Eduardo lo conoc\u00ed desde que yo era un ni\u00f1o. Mi padre, Pedro y \u00e9l eran compa\u00f1eros y amigos. Lo recuerdo en su apartamento de Reforma (a un lado de Excelsior) en bata, ya con escasez de pelo en la parte frontal de la cabeza y acompa\u00f1ado de su perro pequin\u00e9s, prognata, con los colmillos salientes y siempre a su lado.<\/p>\n