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Cuauhtémoc marca la ruta
EMILIANO ZAPATA Y VICENTE GUERRERO
@vsamuelpalma
El imborrable recuerdo de Zapata tiene la vigencia que se deriva de la actualidad incisiva de la aspiración de la justicia social, y de que sin ella la justicia jurídica es inviable. A más de la tesis social que emana de Zapata, está el aniversario de su natalicio, fecha de recuerdo obligado del originario de Anenecuilco, Morelos, y que naciera un 8 de agosto de 1879.
No deja de parecer curioso que casi el mismo día, el 9 de agosto, pero de 1782 naciera Vicente Guerrero. Ambos personajes, Emiliano Zapata y Vicente Guerrero, tuvieron cierto paralelismo en sus vidas, pues fueron guerrilleros, firmes en sus convicciones, con actitudes críticas frente a las negociaciones políticas, perseverantes en sus luchas, empíricos, hábiles en el combate, hombres símbolo, congruentes, con gran liderazgo, presencia regional, conocimiento del territorio en el que actuaban, desconfiados del poder y, lamentablemente, traicionados y asesinados producto del engaño y de la mentira; uno en una hacienda que estaba bajo sus dominios, el otro en el paredón de fusilamiento, ambos hombres emblemáticos del sur, de Morelos y de Guerrero.
Hombres impulsados por convicciones nacidas del apego a sus comunidades y del sentimiento de rebeldía ante las injusticias, pragmáticos, pero con tal profundidad en su fuerza interior y determinación, que de ellos surgieron lemas y principios que siguen significando la vida del país: la Patria es Primero, y la Tierra es del que la trabaja con sus propias manos, tierra y libertad.
Ambos se encuentran en dos de las vertientes que simbolizan buena parte de la historia del país: la Independencia y la Revolución. Sí, Vicente Guerrero, actor fundamental de la Independencia de México, baluarte del amor a la patria, del sentido de Nación, de la lucha por darnos un destino propio; Zapata símbolo de la Revolución e icono de la lucha social, de la proclama de la justicia social que fuera llevada a la norma constitucional.
La mirada del presente respecto de acontecimientos del pasado; y el contenido implícito de las gestas de ayer, inspiradas en buscar perfilar el mundo de hoy, no puede ser más sugerente. Nuestra actualidad parece estar despreocupada de la historia, del espíritu que forjó a la Nación; tal vez por el vacío que la realidad le ha dado a la política y a sus luchas en el presente, tal vez por la exhibición de la pobreza o ruindad de sus motivaciones. Ese derroche que dilapida valores, vive de una gran contribución que heredamos del pasado, en donde hubo hombres que vivieron para aportar eso que ahora hemos dilapidado: los principios, los valores.
Quién sabe si la sociedad de mercado vació de contenidos a la sociedad política, o si ésta ya no supo dar profundidad a sus enunciados, lo cierto que hay un vacío de conceptos que vulgariza el presente y reduce el futuro. No hay duda, frente al homenaje que debemos a los grandes hombres y mujeres de la historia, está la necesidad de recuperar el significado de la Nación y de la patria.
Ahí están Guerrero y Zapata para recordarnos que la Patria fue forjada con valor y corazón, con sangre y determinación; Zapata que aportó la idea de que la mera sustitución de hombres en el poder, que la democracia como régimen político, de poco servía sino iba acompañada de una voluntad y una acción efectiva para cambiar la realidad social, superando injusticias.
Frente a Madero que buscó el término de la dictadura y el inicio de la renovación del poder por la vía de las elecciones, tenemos a Zapata que es un decir de la democracia, como democracia social, democracia con justicia social.
Puede ser que no haya sido casualidad que Zapata naciera un 8 de agosto, y Guerrero lo hiciera un día después, a la distancia de casi 100 años entre ambos; la proximidad de fechas pueda ser una forma de recordarnos la fuerza de la Patria, y el imperativo de la justicia social. De ahí la vecindad de ideas, de proclamas, la colindancia geográfica, tal vez.