
Desaparición de personas en México. ¿Qué hacer?
EL PRÍNCIPE
Yo existo desde el principio del mundo y durará mi existencia hasta que caiga la última estrella de la noche. Aunque he tomado la forma de Cayo, no soy ningún hombre y soy todos los hombres, por que soy… un dios.
El asalto al poder tiene diveras arisrtas y cualquier maniobra distinta al mandato ciudadano en las urnas es atentar contra la democracia. En aras de “la ley” son cometidas las peores atrocidades desde las dictaduras a la imposición de nombres vinculados a un mismo gremio de siniestro proceder.
Una suerte de “Calígula”, hijo adpotivo del emperador déspota, Tiberio, revive el sombrío periodo romano que dio paso a una dinastía de voraces gobernantes cuando el putativo vástago actuó sin freno y terminó por destruir el tejido social con excesos.
Calígula odiaba a su padre adoptivo pero le fue leal hasta cuando sus ambiciones lo hicieron rebasar el último gajo de decencia y adelantar la caída del tío para hacerse del poder.
En su condición de príncipe, el jóven Galuis Julius Augustus Germanicus se regodeaba de lujos y afianzaba una red de aliados para su futuro reinado rodeado de prebendas y, por supuesto, embriagado de ambiciones sin límites cuando se volvió incontrolable para su padrastro Tiberio bajo el proteccionismo de su madre, Agripina primera.
El desenlace no pudo ser otro. Cuatro años sentado en el trono, desfalco a las arcas, corrupción, libertinajes, orgías despiadadas, abuso brutal del poder, ejecuciones arbitrarias, derrocamientos, persecusiones a sus adversarios, intervencionismo al Senado y el pueblo en la hambruna.
Insoportable carácter de quien paladea mieles de poder sin mayor mérito que ser hijo natural del respetadísimo general Germánico y después de Tiberio emperador. Pero su desconotrolada ambición hizo al noble “botitas” ser malvisto por la guardia pretoriana desde antes del ascenso.
De tal forma no faltó el general que se opuso a ser maniatado por el inconmesurable Calígula. Y tampoco eran derroche de nobleza los uniformados al servicio de Tibero –defender a un déspota no es digno- sin embargo alcanzaban a ver el la fatalidad en el futuro del hijo adoptado.
El poder sin límites desata la locura y el caos.
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La crisis política en Cuernavaca rebasó cualquier argumento legal y la consigna es quitar del cargo a como dé lugar al alcalde Cuauhtémoc Blanco.
Los intentos de arrebatarle el mandato ciudadano rayan en lo burdo por la desfachatez esgrimida cada vez más abierta de asaltar el poder capitalino.
Blanco acusa al hijastro del gobernador Graco Ramírez y dirigente del PRD morelense, Rodrigo Gayosso, de estar empecinado en quitarle el mando de la ciudad por contratos millonarios además de la venganza política.
Además, la censura al ex futbolista conlleva el mensaje para otros presidentes municipales que “no se alinean” a los designios de la casta reinante.
Es impredecible prever a dónde les llegará la ambición de controlar hasta el último rincón del estado porque se han destapado ya sin ninguna forma sutil, todo contrario, desbocados por arrasar.
Esta semana inició con la denuncia del comunicador Juan José Arrese de haber sido amenazado por el poderoso Rodrigo Gayosso vía el subsecretario de gobierno, Jorge Meade González.
También fue soltada a las redes sociales la renuncia del comisionado de Seguridad Estatal, Alberto Capella, quien dio certeza a la autenticidad de la carta y reclamó al tenor: “No se quién demonios filtró ese documento”.
Coincidencia. La dimisión de Capella sobreviene después de que el Mando Unico participó en resguardo de los regidores “golpistas” quienes el sábado 10 de diciembre pretendieron una vez mas destituir a Cuauhtémoc Blanco. Trascienden reclamos para el jefe policiaco.
Así cierra año el principado morelense.