
Phil Murphy en México
Hay recuerdos fotográficos que pesan en el ambiente político y ahondan penas ajenas en temporada electoral.
Varias decenas de priístas quemaron sus fotografías con Carlos Salinas de Gortari, José López Portillo, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
Lo mismo pasó con las de José Córdova Montoya, Arturo “El Negro” Durazo, Mario Villanueva y Elba Esther Gordillo, por mencionar algunos.
A cualquier cantidad de panistas también les debe calar tener retratos con Vicente Fox y/o Martha Sahagún, asi se va la hisotria que juzga por las imágenes.
Ni Andrés Manuel López Obrador puede eximirse de aparecer en sendos albumes indeseables con personeros como José Luis Abarca y su esposa, señalados de ordenar la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.
Y cuando la historia lo juzgue por tener de su lado –redimidos y compurgados- a elementos de cuantiosa valía pasada y depreciados con el tiempo, don AMLO hará lo ususal de negarlos como si la “mafia del poder” lo hubiera obligado a tener en sus querencias a René Bejarano, Gustavo Ponce, Carlos Imaz, Eva Cadena, Manuel Bartlett o su nueva incorporación a Morena, Lino Korrodi.
Esa manía patológica de culpar al mundo de sus esbirros ha colocado a López Obrador en los extremos: odiado o amado.
¿Cuántos no desarían tener la magia de borrar sus “selfies” con Javier Durte de Ochoa, Roberto Borge, Tomás Yarrington, César Duarte, Y Fausto Vallejo (e hijo)?
¡Ah!, pero siempre al inicio de los sexenios –o trienios- los cazaimágenes corren a tomarse fotos con personeros de la política sea el gobernador, alcalde e incluso presidente de la república para después presumir la imagen en redes sociales, o al viejo estilo “revolucionario” ampliar la toma, enmarcarla y colgarla en la oficina con el fin de “apantallar” a quien se deje.
En tiempos de maquinaria completa la fotografía al lado del gobernante, el líder camaral, dirigente sindical, el “próximo” a ser destapado o el secretario del gabinete significaba una charola para al menos conseguirse el mote de “licenciado” aun cuando nada mas se tuviera secundaria trunca.
¿Algún perredista conservará fotos con Rosario Robles, Carlos Ahumada, el matrimonio Abarca, Lázaro Mazón, Leonel Godoy, Amalia García, Ricardo Monreal, Ángel Aguirre y varios etcéteras? Claro que no.
Los panistas que se fotografiaron con Genaro García Luna, Guillermo Padrés, Elba Esther Gordillo -sí otra vez pero en la versión aliada de Felipe Calderón-, Emilio González y Francisco Javier Ramírez Acuña deben anhelar tener siempre consigo el triturador de oficina.
Pero aun con todo la clase política exquisita de nuestra nación no puede resistirse a la necesidad de hacerse retratos para hacer del facebook y twitter para una competencia de culto al ego.
Inverosímil pero real, entre las curules del Congreso de la Unión los “selfies” abrazados con risas y bromas no es nada distinto a la salida de clases de una secundaria. (son humanos finalmente nuestros legisladores ¿qué no?)
En algunas diócesis ya empezaron a bajar las fotografías del cardenal Norberto Rivera Carrera. Y no precisamente porque se jubila.
Fidel Velázquez: “el que se mueve no sale en la foto”. Pero siguen buscándola.
Después del 2018, si no logra el gobierno de Graco Ramírez extenderse ¿Habrá quienes tengan que destruir sus imágenes con Rodrigo Gayosso?