
Gestión de desastres naturales
YA PÁRENLE
Un moribundo, con más de cien años de vida, se quejaba a la muerte que lo obligara a partir tan de improviso sin dejarle hacer testamento ni aviso de antemano.
El anciano exclamaba:
– ¿Es justo hacernos morir de prisa? Aguarda un poco, mi mujer no quiere que me vaya sin ella; me falta colocar a un nieto; debo añadir un ala a mi casa. ¡Cuán apremiante te muestras!
Contestó la muerte:
– Anciano, no te he sorprendido. Sin razón te quejas de mi impaciencia ¿No has cumplido ya cien años? ¿A que no encuentras en todo Paris dos más viejos que tú? ¿A que no encuentras diez en toda Francia?
– Dices que debía darte algún aviso para prepararte a este trance, tener el testamento hecho, el nieto colocado y la casa concluida.
– ¿No debiste darte por avisado al ver que perdías fuerzas y sentidos? Faltó el paladar, faltó el oído; en ti todo parece apagado, hasta te son inútiles los beneficios que derrama el astro del día.
– Te duele dejar bienes que ya no disfrutas. Muertos están, moribundos o enfermos todos tus camaradas.
– ¿No son estas circunstancias, avisos para ti? Vamos pues, buen viejo, no te hagas el remolón. ¿Qué importa dejes o no hecho el testamento?
Tenía razón la muerte: a esa edad deberíamos salir del mundo como de un banquete, dar gracias al anfitrión y de buena gana la maleta.
Pero sucede que quienes están casi muertos, son los más temerosos a la muerte.
***
En el ocaso de las administraciones los gobernantes nos han enseñado dos rostros inconmesurables: aquel temeroso de acabar sin las alabanzas diarias “sí señor Presidente, sí señor gobernador…sí mi general” y los soberbios.
En alguna conversación de aquellos años del poder en maximato don Javier García Paniagua ya con la zozobra de haber acariciado la candidatura del PRI “a la grande” comentaba en su último trabajo oficial al frente de la Lotería Nacional: “El botón, el pinche botón del escritorio… ese cómo se empieza a extrañar”.
Javier Duarte mostró la cara del “valemadrismo” con sonrisas socarronas, burlas e ironÍas tal vez para ocultar el horror interno de quien en las entrañas sabe que se le fue la mano, también la otra y los pies.
El ex gobernador veracruzano todavía ríe. Expresiones de cinismo memorables a las del capo Edgar Valdés Villareal, “La Barbie”, quien estuvo a nada de soltar la carcajada en el hangar de la PGR cuando relataban los policías de Felipe Cálderón detalles de la captura.
Duarte de Ochoa no estaba oculto, se encontraba fuera de México en el cancún de los guatemaltecos. Y no se escondía porque al menos esa no era la parte de la cinta que le habían adelantado. Solo fue vete y luego hablamos.
Calderón besó la banda presidencial antes de entregarla a Enrique Peña Nieto como si hubiese hecho grandes servicios a la nación y dolido permanente pretende repetir el mando a través de la esposa.
Esa aun indescriptible reacción de los gobernadores a desdeñar todo a su paso cuando rogaban antes de llegar al poder menciones en los medios de comunicación exhibe la más profunda personalidad de quien muere lentamente.
Cegador resplandor de confundir un puesto de servicio –para eso fue contratado- con virilidad.
Inolvidables los chiapanecos Roberto Albores Guilén (El Corquetas) quien atropellaba a los reporteros en la avalancha de guaruras o Pablo Salazar Mendiguchía (en realidad poblano), persecutor de periodistas, ambos creadores de un nuevo nivel superior al déspota.
Las historias se repiten.
En Morelos también preguntará la guadaña: ¿No debiste darte por avisado al ver que perdías fuerzas y sentidos? –políticamente, claro-.
Aún no, en apariencia.
Te duele dejar bienes que ya no disfrutas. Muertos están, moribundos o enfermos todos tus camaradas.
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La crisis entre el gobierno del estado y el ayuntamiento de Cuernavaca alcanzó niveles que sobrepasan toda proporción ante los ojos de la nación.
Aunque no hay orden de aprhensión contra el presidente municipal Cuauhtémoc Blanco la maquinaria de la imputación en redes sociales, las decalraciones vertidas sobre confesiones – no confirmadas- del único detenido por el homicidio del organizador de la Feria de Cuernavaca ha surtido efecto a la sombra de señalar al ex futbolista como autor intelectual del crimen.
Blanco Bravo y su equipo allegado previeron las filtraciones para lo cual emprendieron campaña de revire en señalamientos sobre la posibilidad de acusaciones formales al edil de la capital morelense.
El gobernador Graco Ramírez no cede paso. Aunque la comuna de Cuernavaca pidio a la PGR atraer el caso del homicidio hasta ahora solo habrá coadyuvancia entre la Fiscalía del estado y el MP federal, con lo cual mantiene la mano en la averiguación la entidad además de obtener una posible convalidación sea cual fuere el resultado de las pesquisas incluida la incriminación a Blanco.
Esta guerra es una locura: juicios políticos, destituciones, averiguaciones previas, contratos apócrifos, firmas sin sustento, compra de candidatura, falsificación de domicilio, legislaciones descabelladas, irrupción al Poder Judicial, amparos en la Suprema Corte y ahora un homicidio. Todo por el mismo fin, impedir a Cuauhtémoc Blanco contender en 2018.
En el cambio de la Secretaría del Trabajo llega Francisco Santillán para aventar una palada más en otro intento de destitución a Cuauhtémoc por los laudos laborales pendientes a ex empleados del Ayuntamiento.
En tanto Cuernavaca vive otra ola de crimenes por células delictivas que disputan territorio con baños de sangre y cuerpos descuartizados.
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