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Cuauhtémoc marca la ruta
Hoy en las entidades políticas de México y el mundo se preguntan ¿quién puede creer en las encuestas? Muy pocos.
Los emprendedores de los estudios de opinión resultaron el escalafón final de un ejercicio condenado a desaparecer ante la evidencia de yerros y resultados opuestos a los pronósticos.
¿La metodología dejó de ser funcional? En parte sí. La soberbia, prostitución de las casas encuestadoras, ausencia de actualización al pensamiento humano y hartazgo social condenan a la destrucción a estos ejercicios.
Los primeros sondeos electorales comenzaron en Estados Unidos en la década de los años 30 por iniciativa de Elmo Rooper, Archibal Croossley y George Gallup quienes estudiaron la opinión del electorado para prever escenarios de gobierno.
En México los inicios llegaron en 1988 de la mano de los conteos rápidos con información recabada de las publicaciones de casillas electorales.
Sin embargo el primer ejercicio de su clase terminó frustrado porque el entonces secretario de Gobernación y presidente de la comisión nacional electoral, Manuel Bartlett, decidió que debía caer el sistema.
En 1994 para la elección entre Ernesto Zedillo, Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos fueron realidad las encuestas previas, los conteos rápidos y “exit polls”, es decir la respuesta “a boca de urna” inmediatamente después de sufragar.
En esa elección las casas de sondeos atinaron en 95% los resultados y dio entrada a la fiebre de encuestas incluida la del año 2000 con la derrota del PRI aun bajo presiones oficiales para maniobrar el sentido de los resultados.
El el mismo proceso también fue sembrado el virus de publicaciones a gusto de quien ordenaba el estudio. El génesis del fin.
En 2012 lapidaron el prestigio encustadoras de renombre y hoy se limitan a conteos rápidos en base a la publicación de casillas en virtud que los “exit polls” arrojaron fallas igual de opoestas a las de encuestas previas.
Inmersos en un mar de soberbia y gula, los amos de las encuestas obviaron que venía una nueva generación más crítica, menos ingenua y con ganas de burlar no solo a la autoridad sino a los mismos estudios de opinión como su ente manifiesto de inconformidad. No lo quisieron entender.
Este año fracasaron las encuestas de la elección presidencial en Estados Unidos -hace una semana- y previamente ocurrió con el referéndum de los acuerdos de paz en Colombia y el “Brexit” de la salida británica a la Unión Europea. En todos erraron los estudios previos.
La nueva generación de encuestados aprendió a no ceder una respuesta real. La desconfianza que las mismas casa de opinión provocaron al vender sus publicaciones a favor del contratante arraigaron el sentimiento colectivo y sea en fechas previas o a boca de jarro que los interrogados guardan la veracidad de sus decisiones.
En este escenario quedan como herramientas disfuncionales las encuestas y solo a través de conteos oficiales serán conocidos los triunfadores en procesos electorales.
Ahora los “millenials” hacen sentir sus perspectivas en redes sociales sin que ello implique aun una opinión traducida en resultados reales. Sin embargo es el inicio de una nueva forma de expresión ciudadana en la cual la clase política actual no termina de comprender el real alcance de la misma.
En estados como Morelos no son publicadas encuestas excepto en el proceso para gobernador y presidencias municipales de relieve como Cuernavaca. Empero la opinión sobre el ejercicio de gobierno es medible a partir de comentarios sobre notas publicadas en internet pero insistimos en que no puede ser determinante aun ante la falta de cobertura total a los servicios de la red.
Es ilusorio para el gobierno de Graco Ramírez pensar que no lleva un promedio reprobatorio en la calificación ciudadana pero al mismo tiempo descansa sabedor de las limitacions teconógicas en comunidades rurales.
Para los comicios 2018 serán juego de palabras las encuestas y los organismos electorales habrán de reencauzar la publicación de las mismas en vista de la poca certeza que ya significan. Máxime cuando se preveen escenarios complicados y cada vez más cerrados en la pugna polítca por tratar de convencer a un electorado harto de sus gobernantes.
ENTRE LÍNEAS. En el PRI Morelos había acuerdo previo para que el grupo afín a Amado Orihuela liberara el edificio del comité estatal y dar paso a la publicación de la convocatoria de renovación de la dirigencia local.
Lo anterior no ocurrió y en franco desafío al Comité Ejecutivo Nacional las huestes de Orihuela se negaron a entregar las instalaciones y desconocieron el acuerdo.
Lo peor: Orihuela no actúa solo, hay otros grupos involucrados en una simulación para continuar en el uso indiscriminado del comité priísta morelenese.
Saben que no les alcanzará para ganar la gubernatura, pero las candidaturas a presidencias municipales, diputaciones y regidurías son sufciente botín para los eternos vividores que lapidan al tricolor en estas latitudes.