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El pacto y la coordinación fiscal
Coaliciones
@vsamuelpalma
Uno de los grandes autores de la actualidad, Zygmunt Bauman, lamentablemente ya fallecido, acuñó la tesis de la sociedad líquida para señalar el fenómeno social que caracteriza al mundo, relativo a una cultura efímera, incontinente, proclive a lo transitorio, lo instantáneo, el placer, y por tanto ajena a la historia, la argumentación, la racionalidad.
Es cierto, de alguna manera vivimos en una sociedad líquida en donde todo está de paso y nada tiende a permanecer, muchos riesgos plantea esta situación, uno de ellos es que de la sociedad líquida pasemos a la política líquida. Tal posibilidad parece plantear la pretensión de construir una coalición o frente opositor que sume a un partido de izquierda y al más emblemático de los partidos de la derecha.
En efecto, se postula así una política líquida dominada por la ganancia inmediata; sin importar las consecuencias de una alianza tan heterodoxa. A pesar del famoso anuncio de la muerte de las ideologías, éstas existen y existirán, pues las ideologías son sistemas o modelos de ideas que se formulan para establecer propuestas, a partir de explicaciones sobre los problemas que se viven o de las aspiraciones que se diseñan. En ese sentido las ideologías permanecen, pues son consustanciales al pensamiento.
Las ideologías, en política, marcan tendencias, en efecto las de izquierda, las de derecha, que diseñan una tradición, acentos, convicciones, inclinaciones en las formas de abordar los problemas y los planteamientos. Al colocarse en los extremos ideológicos la izquierda y la derecha difícilmente pueden convivir en la tarea de gobierno; la formación y las convicciones de sus afiliados a dichas tendencias se confrontan en muchos de los temas sustanciales: la forma de concebir las tareas del Estado, las políticas públicas, en el cómo resolver la desigualdad y la pobreza, el papel de las iglesias y los dogmas de fe, la salud pública, etc. ¿Cómo se puede gobernar desde ese híbrido? La respuesta es que irremediablemente se tendría que hacer desde una política líquida.
Pareciera que en Morelos existe una corriente que impulsa la política líquida, que fluye y busca dar liquides amplia a los miembros del congreso local para convencerlos en apoyar propuestas; una política líquida, que tiende a construir una alianza líquida a la manera de una empresa que solo piensa en las ganancias inmediatas, en la ambición del poder; en efecto el poder por el poder, los partidos como empresas y sus principales miembros como accionistas o agentes que llenarán sus bolsillos.
Cierto, las alianzas electorales son legales y válidas, son parte de estrategias regulares entre los partidos, pero la condición de su congruencia está en las afinidades ideológicas; deshacerse de ellas es caer en la política líquida que todo lo justifica en pos de la ganancia inmediata y efímera. Hasta ahora los gobiernos que se sustentaron en alianzas entre el PRD y el PAN no han sido exitosos y han tenido que ser reemplazados; ahí está el caso del gobierno de Cué en Oaxaca, de Rubén Figueroa en Guerrero, de Mario López Valdés en Sinaloa, entre otros.
Las alianzas heterodoxas sustentadas en vínculos amplios, provienen de la segunda guerra mundial, cuando la amenaza del fascismo impulsó alianzas para combatir esa amenaza. Desde entonces se ha tratado de simular un enemigo común para justificar alianzas heterodoxas: el PRI como partido de Estado, tesis que resultó claramente equívoca pues nuestro sistema fue de partido hegemónico y no de partido de Estado, independientemente que en la actualidad contamos con un sistema de partidos competitivo, plural y con alternancia; ahora se pretende crear nuevos fantasmas justificatorios de alianzas de ese tipo, que son pretextos. En efecto la política líquida para las alianzas líquidas.