
Cuauhtémoc
Ayer en el Teatro Ocampo de la ciudad de Cuernavaca, apareció la esperanza vestida de música.
Música ejecutada magistralmente por niños y adolescentes que conforman el coro y orquesta comunitaria perteneciente al sistema SONEMOS de Morelos. Impresiona ver a estos chamacos de entre 7 y 17 años empeñados en alejarse de la violencia, que no quieren tocar la corrupción sino danzones. Jóvenes que buscan el alma en las armonías en lugar de destruir almas en las letanías vacías de estos tiempos obtusos.
Al frente de estos noveles músicos, el Maestro Arturo Márquez con su fundación Cre-Ser con Música, regalando notas, dirigiendo empeños elevados, creando nuevos ritmos, entregando un futuro prometedor. El Maestro Márquez es de esos que no se rinden ante la adversidad, es de los buenos, es de aquellos que debemos apoyar y acompañar; por su labor social y su creatividad sin igual.
La música tiene efectos poderosos en el cuerpo humano, activa más partes que cualquier otro estímulo humano, la música que nos es agradable hace que liberemos dopamina, una neurohormona que se le relaciona con el placer, regula el nivel de hormonas relacionadas con el estrés, fortalece la memoria y el aprendizaje, afecta la velocidad de las ondas cerebrales, recrea recuerdos.
Por esto y más, pienso que de todas la creaciones del ser humano, la música es la que más se acerca a la obra de Dios; nada como ésta para guiar