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Cuauhtémoc marca la ruta
Charlottesville: la consecuencia de los discursos de odio
“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión”.
Ésta fue la frase, considerada la más importante de la red social twiiter que acuñó el ex Presidente de Estados Unidos, Barack Obama tras condenar los desafortunados hechos de Charlottesville, Virginia donde un supremacista blanco atropelló a una militante antirracista provocándole la muerte durante un enfrentamiento entre ambos grupos.
Éste suceso es tan solo la punta del iceberg de lo que ha provocado el racismo y la discriminación en el mundo, pero particularmente en Estados Unidos.
El Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas denunció que en Estados Unidos la discriminación racial se dá de forma constante en todas las esferas de la sociedad. A pesar de los esfuerzos históricos, éstos parecen no ser suficientes para erradicar la discriminación y el racismo.
Por supuesto que no podemos dejar de mencionar la lucha que realizó Martin Luther King en contra del racismo y la violación de los derechos en los años 50´s y 60´s que dio como resultado la promulgación de la Ley de derechos civiles de 1964 y la Ley del derecho de voto de 1965.
Otro actor que fue pieza importante para marcar precedentes en éstos temas, fue el propio Nelson Mandela, siendo el primer hombre de raza negra que presidió el Poder Ejecutivo en Sudáfrica, autor de la frase citada por Barack Obama para condenar los hechos en Charlottesville.
A diferencia de éstos líderes que han sido punta de lanza y dieron pasos firmes para avanzar a favor de la no discriminación y erradicación del racismo, el actual Presidente de Estados Unidos, el republicano Donald Trump ha sido objeto de una serie de críticas por los discursos de odio que caracterizaron su campaña y ahora marcan su gestión.
El retroceso que está promoviendo Donald Trump ha alcanzado niveles inimaginables, no solo se constriñe a sus discursos o comentarios, peor aún, sus acciones han dejado ver claramente que promueve la xenofobia, la intolerancia a los migrantes, la misoginia, el racismo y la discriminación.
Basta con ver la postura de condena tardía que demostró ante los hechos en Virginia. Después de su primera declaración donde culpaba de igual forma a supremacistas blancos tanto como a quienes se manifestaban en contra de las ideologías de Ku Klux Klan, pasaron dos días para que su equipo de prensa, prácticamente lo obligara a dar una declaración “sensible y humana” ante lo que estaba sucediendo y que más bien fue producto de la presión de la opinión pública y del unísono de republicanos, demócratas, artistas, políticos y líderes sociales internacionales, los que provocaron que diera una segunda rueda de prensa con un mensaje condenatorio en contra del grupo de extrema derecha.
Sobre éste suceso, lo destacable no es la anticipada o planeada declaración de Trump, tampoco el tweet histórico ni las posturas enérgicas a nivel internacional.
Aunque en un sinfín de ocasiones se ha hecho alusión a los irresponsables discursos de Trump y a la gran semejanza de su política con la de Adolfo Hitler, la preocupación debe ser mayúscula.
En pleno Siglo XXI nos enfrentamos a sucesos que marcan el retroceso histórico a los avances logrados. Podemos visualizar de forma clara cómo las ideologías de un líder pueden construir o destruir naciones.
A casi 7 meses de tomar el bastión de la presidencia de Estados Unidos, una concatenada ola de violencia y de disturbios han marcado el breve mandato de Trump, generando también que la corriente política que lo abanderó, hoy condene de manera puntual las decisiones tomadas por éste personaje, incluso, ha provocado que personalidades que se mantenían al margen de las situaciones, salgan a levantar la voz, por ejemplo, padre e hijo Bush. Por otro lado, su paso por el gobierno ha desatado una serie de renuncias de integrantes de su gabinete en protesta por las arbitrarias decisiones tomadas en diferentes aspectos de su política internacional, social o económica.
Los discursos de supremacía, de víctimas despojadas por la igualdad de condiciones como lo han hecho ver los “blancos” al sentirse amenazados por las oportunidades otorgadas a los inmigrantes, a los negros, a los homosexuales o a los sectores desprotegidos, han alimentado el odio promovido por un Presidente que supo explotar un tema arraigado en los estadounidenses.
La preocupación aumenta al vislumbrar que las consecuencias puedan encrudecerse. El atentado en Charlottesville es tan solo una muestra y el inicio de los resultados que acarrearán los discursos de odio, es decir, se pronostican más y peores acciones derivadas de la discriminación y el racismo que se ha elevado de manera pública.
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