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Congruencia y coherencia política
LA CULTURA DE PAZ EN LA FAMILIA
Dedicado a todas mis mujeres en busca de sus hijos de sus hijas en este 10 de mayo.
Queda en mi recuerdo cada uno de los momentos vividos como activista en favor de la infancia muy poca gente ha visto lo que yo, la crueldad, la intolerancia, el odio, la insensibilidad, la inconciencia, la sin razón, todo en conjunto contra una de las personitas que mas deben preocupar al ser humano, a una pareja, a una familia, a una sociedad a un país.
Cómo describir el sentimiento de impotencia cuando descubro que somos las familias más violentas del mundo, que el único lugar al que podemos recurrir en busca de seguridad y armonía en un mundo adverso, hoy es en México el lugar más inseguro para la niñez ¡El hogar!
Los primeros lugares de los peores delitos tiene México, Violencia general, en todos los aspectos, ¿pero cómo podemos cambiarlo?; pregunta que gestiono en cada segundo que tengo frente a mí el fruto de la violencia los niños y niñas.
Cada una de las ocasiones que he visitado los reclusorios llego con la ilusión de encontrarme con alguien que me diga que está ahí recluido porque se le dio la gana. Jamás lo he encontrado, todas las historias igualmente cruentas, es decir, nadie nace violento, son las vivencias, las conductas agresivas de las personas que nos rodean las que nos enseñan a generar violencia, a la violencia que de vida nos harán discapacitados sociales y hoy el resultado del terror de nuestras calles.
El que asesina, el que secuestra, el que amenaza, el que trata, el que explota, el que violenta, siempre va a contar una historia de dolor alrededor de su infancia logrando así confirmar que nuestra sociedad está basada en una violencia cultural sostenida por generaciones y sumiéndonos en un círculo vicioso del cuál no estamos sabiendo salir.
Quiero aportar a mi sociedad morelense lo mejor de mí, generar un cambio alrededor de mi humilde entorno y por azares del destino y designio divino en el momento más angustioso de mi existencia me encuentro con un tema que me anima, que da luz, que me ofrece una nueva perspectiva y hoy empiezo a compartir.
La Cultura de La Paz.
Qué gran compromiso, nadie puede hablar de paz si no la siente si no la vive, una maravillosa herramienta de encuentro con nosotros mismos y con los otros.
Aun no tenemos un campo semántico común en la descripción de ella porque para algunos la paz es el antónimo de guerra, para otros la paz es el solsticio de verano en las pirámides, para mí la paz, no es otra cosa que la vivencia de la libertad, basada en la otredad y en la nosotredad que nos ofrece la necesidad de vivir en la legalidad en esa libertad que no es otra cosa que hacer lo correcto para mí y lo correcto para los demás.
Galtung mi maestro dice en sus teorías que todas las personas somos capaces de generar violencia de acuerdo a nuestras circunstancias de vida, la ciencia ha creado el paradigma de que los seres humanos somos agresivos por naturaleza o por reacciones químicas o por la forma en que estamos configurados, en el Manifiesto de Sevilla[1] se dice que la reacción química no es una causalidad biológica exacta, sino que es una responsabilidad cultural por lo tanto lo que se asume es que si la violencia se aprende, LA PAZ TAMBIEN SE APRENDE O LA VIOLENCIA SE PUEDE DESAPRENDER: es decir podemos dejar de vivir en un estado de violencia si aprendemos a vivir en la cultura de la paz.
La paz en un estado frágil de suyo porque el conflicto es inherente a la condición humana gregaria, la escases de recursos, la utilización de los territorios genera violencia, en México somos reacios al conflicto, nuestra verbalidad lo demuestra y por eso usamos formas tan torcidas de hablar tan complicadas porque le tememos al lenguaje asertivo directo.
¿Cómo se debe plantear la paz?
La paz es un derecho humano la tenemos implementada en la UNESCO[2] y en la declaración universal, y bajo esta premisa es importante que la sociedad en general inicie una campaña en donde la gestión pacifica sea la base para fomentar la tolerancia y el respeto.
Hoy 10 de mayo hago empatía con las madres que han sufrido la desaparición de sus hijos e hijas, hoy camino a su lado llorando su dolor, y en ese abrazo les digo que la más grande herramienta para llegar a la paz que tanto buscamos es el perdón, el perdón a uno mismo el perdón a la vida, el perdón al dolor que se convierte en zozobra ese perdón que nos lleva al amor de la esperanza del regreso de mi persona más amada.
[1] El Manifiesto de Sevilla sobre la Violencia. UNESCO. 1992
[2] Derechos Humanos y Cultura de Paz. UNESCO