
La República de la prosperidad compartida
A PROPÓSITO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LAS PASADAS ELECCIONES
Lo ocurrido en las pasadas elecciones en Nayarit, Coahuila, Estado de México y Veracruz, obliga a la reflexión cuidadosa sobre lo que sigue, pues si bien el Sr. López cuál es su costumbre, indignado con la “Mafia en el poder”, impugnará a gritos el “Compló”, el fraude y sus resultados adversos para él en el EDOMEX, la dura realidad es que se quedó sin la “Joya de la Corona” lo que constituye un serio revés para su campaña a la presidencia pues no podrá, como lo hizo en Iztapalapa con Juanito, manejar a su antojo a doña Delfina y lo que es más frustrante para él: no podrá manipular a más de once millones de electores ni echar mano de los enormes recursos económicos del estado cuyo presupuesto alcanza la enorme suma de 260 mil millones de pesos!
Mientras tanto, el PRI respira aliviado por su triunfo, apretado pero triunfo al fin, con Del Mazo, al igual que en Coahuila donde asimismo fue declarado ganador aunque severamente impugnado por al menos cinco de los candidatos encabezados por el PAN que exigen la anulación del proceso y amenazan con impedir la toma de posesión del Sr. Riquelme; y resignado – no le queda otra – con Nayarit y Veracruz, entidad ésta última en la que a duras penas ganó treinta y cuatro municipios.
Pero el Mesías es porfiado no cabe duda, y no obstante el descalabro prosigue en su cruzada para la Presidencia pues ha sabido capitalizar el descontento, la irritación de la gente con el gobierno, los partidos políticos y los políticos, presentándose como el abanderado del antisistema, el profeta carismático y encantador cuya oferta atrae a las capas más lastimadas y empobrecidas de la población.
Y es que las desigualdades continúan y diga lo que diga el gobierno, éstas se expanden, no logra contenerlas, como tampoco ha podido reducir la inseguridad y la violencia. Es decir que el fenómeno AMLO se finca, tiene su origen en esta incapacidad del sistema para solucionar o al menos menguar la crisis de gobernabilidad que vive el país; para contener la corrupción y la impunidad y con ello la desconfianza en el gobierno y el escepticismo de la población.
Por el contrario, el cinismo y la apatía social se han fortalecido y con ello el liderazgo social, el discurso belicoso y los agresivos argumentos populistas del arrogante Sr. López, quien, además, hasta ahora no parece tener adversario – en país de ciegos, el tuerto es Rey – que pueda confrontarlo con posibilidades de éxito en el 2018.
Queda claro pues, que éstas últimas elecciones confirmaron la viabilidad de las alianzas electorales, en las que, contradictoriamente, se asocian partidos de izquierda (?) como el PRD con partidos de derecha como el PAN; es también el caso del PRI y el Verde propiedad de la familia González Torres, corporativistas como el PANAL, y partidos pequeños formados al calor del atractivo presupuestal como Encuentro Social. Movimiento Ciudadano y algunos estatales como el PSD que postuló a Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca, sin olvidar otros más dizque izquierdistas como el PT del Sr. Alberto Anaya siempre al filo de la navaja para mantener su registro, privilegios y recursos.
Hay pues, muchas opciones para celebrar alianzas con fines –ojo- electorales, que no alrededor de propuestas serias, proyectos y programas para atender a la gente. Se trata de acceder al poder no para servir, sino para servirse. Al menos esa es la percepción de la población y el enorme desprestigio que, en consecuencia, priva alrededor de los partidos y de los políticos – con algunas excepciones – cuya mediocridad, hipocresía e incapacidad son proverbiales.
La política es indispensable para la vida en colectividad; se supone que los partidos políticos tienen como objetivo el acceder al poder para ejercerlo a través del Estado en la toma de decisiones para la conducción de una sociedad en torno a un proyecto de Nación sea cual fuere su connotación ideológica y no solamente para lograr posiciones públicas y prebendas a través de alianzas electorales como es el caso.
Y esto viene a colación porque todo parece confirmar que algunos, si no es que todos los partidos políticos se están preparando para formar un amplios uniones o frentes democráticos fincados en lo que el PAN y el PRD han llamado “grandes coincidencias” con miras a un programa común para las elecciones del 2018. ¿Qué tan serio es esto? No lo podemos saber, pero lo más probable es que cuando surja la discusión sobre quién va a ser el candidato(a) ciudadano(a) las coincidencias terminarán y difícilmente se llegará al objetivo de una postulación conjunta. Ya veremos qué pasa, si en verdad pasa algo.
En cuanto a los candidatos independientes tampoco podemos esperar grandes cosas como ocurrió en estas elecciones en las que no descollaron mayormente, a menos que logren ponerse de acuerdo en torno a una candidatura común, lo que parece improbable.
El asunto es que todo mundo habla de un cambio, pero nadie dice en qué consistiría éste cambio. Todo se va en declaraciones, negociaciones y especulaciones electoreras, olvidando que el Sistema ya no da más, está agotado, derruido, terminado y por tanto, hay que renovarlo, actualizarlo, transformarlo de fondo, atendiendo a las nuevas condiciones y reclamos políticos, y sociales de la gente que como se sabe, ya no cree en nada ni en nadie. Tema del que nos ocuparemos posteriormente.