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¿Democracia parlamentaria estable en México?
Una de las tesis de Linz precisa que el régimen presidencial orienta a un sentimiento de “ganador único” que en el régimen parlamentario es mitigado, sobre todo en los modelos de Westminster. A lo cual los autores precisan su desacuerdo, argumentando que el presidencialismo está menos orientado hacia resultados de ganador único que los sistemas parlamentarios, rescatando que las ventajas en la organización del modelo presidencialista puede compensar parcialmente estas observaciones de Linz.
Además, el presidencialismo es más viable con partidos disciplinados y resulta problemático con sistemas multipartidistas muy fragmentados y con elecciones parlamentarias más frecuentes que las presidenciales. De esa forma puede ser más problemático el cambio de un régimen a otro con partidos indisciplinados. Entonces el argumento de Linz, aunque parcialmente aceptado, dependerá del tipo de parlamentarismo y del tipo de presidencialismo propuestos o contemplados.
Se definen las características del régimen presidencial en dos puntos: 1) el presidente siempre es el titular del poder Ejecutivo y es elegido mediante el voto popular, y 2) los periodos de gestión para el presidente y la asamblea son fijos. También se precisan las características del régimen semipresidencial, descritos en cuatro puntos: 1) se elige al presidente mediante voto popular, 2) el presidente nombra un primer ministro que será el jefe de gobierno, 3) el primer ministro y el gabinete dependen de la asamblea, y 4) el presidente tiene poderes políticos significativos como disolver el parlamento.
Las diferencias entre el primer régimen y el segundo descritos son: en una democracia presidencial, el presidente es el jefe de gobierno, mientras que en el semipresidencial la jefatura del Ejecutivo está dividida y formalmente el primer ministro es la cabeza del gobierno; el gobierno presidencial se elige por periodo fijo, mientras el semipresidencial depende de la confianza continua de la asamblea; en el presidencial, el presidente tiene la autoridad sobre el gabinete, mientras en el semipresidencial únicamente puede destituir a ministros del gabinete por medio de voto de censura, pues la mayoría parlamentaria es capaz de sostener al gabinete.
De esa forma, los autores precisan los límites a las observaciones que Linz realizó sobre las comparaciones entre presidencialismo y parlamentarismo. Mismos límites que se irán desarrollando a lo largo de todo el texto de forma clara y puntual. Estamos de acuerdo con los autores sobre las ventajas que ofrece el régimen presidencial para mantener una democracia estable, sobre todo en nuestro contexto, México en el año 2016 vive la consolidación de una seria de reformas político-electorales desde 2014 que tendrá como resultado la disputa por la titularidad del Ejecutivo que hoy es incierta, es decir, competitiva entre distintos partidos políticos.
Los riesgos del presidencialismo
La esencia del argumento de Linz es que históricamente el sistema parlamentario ha logrado generar democracias estables, destacando cuatro problemas que los regímenes presidenciales encierran, causantes de democracias inestables y poco consolidadas: el primer argumento versa sobre la disputa y competencia de legitimidad entre el presidente y la asamblea o congreso, pues, al elegirse ambos por voto popular, ambos pueden considerarse legítimos independientemente del otro. “No hay ningún principio democrático que pueda resolver las disputas entre el ejecutivo y la legislatura acerca del cuál de los dos representa realmente la voluntad del pueblo”. El segundo problema es sobre el periodo fijo del mandato presidencial que, por su rigidez, inhibe la capacidad de desarrollar proyectos significativos por el tiempo escaso, así como depender del plazo establecido en la ley para remover al presidente que pierda legitimidad y apoyo, tanto en el congreso como la percepción de la sociedad. El tercer punto aduce que el presidencialismo tiene una lógica de ganador único que no es favorable para la estabilidad democrática, pues cuando se logra la victoria de la elección se asegura el mandato por el tiempo legislado, que en México es de seis años, lo cual conlleva a ignorar el proceso de construir coaliciones y apoyos de la oposición para fortalecer su plan de gobierno. El cuarto problema, señala Linz, es que “el estilo presidencial de la política” es menos favorable para la democracia que el parlamentario, pues al presidente se le exige cumplir la doble función de ser jefe de Estado y jefe de gobierno a la vez, lo cual abruma al titular del Ejecutivo y al mismo tiempo lo tienta a mantener una actitud intolerante hacia la oposición.
Destaca que uno de los principales problemas del presidencialismo en México recae en las amplias competencias administrativas, legislativas y decisionales que nuestro texto constitucional confiere al titular del Ejecutivo federal, pues esto incentiva que se aleje de los reclamos de la oposición y las demandas sociales. La historia del presidencialismo en México nos muestra los excesos del poder y sus consecuencias. En efecto, son esos excesos los que deslegitiman tanto al poder ejecutivo como al sistema político en su conjunto; damos la razón a Linz cuando se refiere al “estilo presidencial de la política” como una desventaja en la estabilidad de la democracia mexicana.
Si bien históricamente el régimen parlamentario produce democracias estables, las dificultades para el caso mexicano están centrados no únicamente en la raíz de nuestro esquema presidencialista, sino en torno a los problemas para que las coaliciones electorales logren estabilizarse ya como políticas gubernamentales lo mismo en el orden federal que local. Generar ideas fuerza en pro del parlamentarismo con el diseño de que disponemos (y padecemos) es una plataforma electoral inocua que conduce sólo a la expansión de una narrativa (no) efectiva.
@Danieldao1