
Gestión de desastres naturales
Samuel Palma
@vsamuelpalma
Los sismos ocurridos en los últimos días, paradójicamente en el entorno del aniversario del temblor del 19 de septiembre de 1985, han puesto a prueba tanto a la propia sociedad como a las instituciones.
Todo indica que los decesos evitables son en menor proporción que los registrados en 1985, y con ello se muestra un aprendizaje que se pudo trasladar a los reglamentos de construcción, los trámites de los permisos, la supervisión correspondiente, la evolución de las técnicas constructivas y la conciencia colectiva, sensible a la necesidad de prodigar seguridad en las ciudades y sus construcciones. Aun así las fallas existen y deben documentarse.
Una nueva cultura de la protección civil está presente en la ciudadanía, pues es evidente la organización de condóminos, de empleados públicos y privados para desalojar edificios ante eventos sísmicos. Más notable es la participación ciudadana que de manera espontánea se ha producido para atender a damnificados. En la Ciudad de México, en Chiapas, Oaxaca, Tlaxcala, Morelos, Puebla y Estado de México, pululan rescatistas, activistas y voluntarios para sumarse al auxilio; centros de abasto y acopio para trasladar materiales de ayuda y de auxilio proliferan a lo largo del país.
México exhibe una solidaridad social que afirma el espíritu mostrado hace 32 años; ahora con el aporte tecnológico de los tiempos que vivimos, redes sociales, mensajes en correos electrónicos, manifestación de iniciativas civiles; como ayer personas de todas las edades involucradas en labores de salvamento, los jóvenes de hoy sorprenden con su compromiso, activismo y vinculación. Se ha puesto de manifiesto una energía, una gran vitalidad de la Nación donde se manifiesta que los problemas del país serán superados, a condición que se tenga el talento, la lealtad, capacidad, compromiso y eticidad para convocar, organizar y encauzar el esfuerzo colectivo.
Eso es lo sublime de México, que proviene de la naturaleza de su gente, que muestra carácter y determinación para superar retos y, al hacerlo, generar una mística que alimenta la fuerza de la patria, su esencia como un ente colectivo que llama a construir un gran destino, el cual convoca, a partir de hazañas individuales y colectivas, a la grandeza de la Nación, ejemplo que es un llamado a que cada quien ponga lo mejor de sí mismo.
La otra cara de la moneda es lo ruin, la mezquindad surgida del oportunismo, de quienes buscan ganancias personales, formas de manipulación, enriquecimiento o ventajas ante la situación de emergencia que se vive. El clientelismo, la manipulación de la ayuda, la venta económica o política, los falsos líderes, los nuevos caciques, los viejos déspotas.
Morelos es la segunda entidad con más muertos después de la Ciudad de México, hasta ahora son 73 que han fallecido. Se tiene en el Estado regiones sumamente afectadas, como Jojutla, que vive un verdadero drama; afectación al patrimonio cultural, especialmente los conventos. Ante ese drama, las noticias y denuncias de manipulación para el otorgamiento de despensas por parte de la autoridad estatal es verdaderamente criminal e incalificable. El Obispo, Ramón Castro Castro, denunció la intercepción del transporte de despensas que tenían como destino la fundación Caritas, obligándolos con la intervención de la autoridad local, a descargarlas para que otra instancia las concentrara y distribuyera; denuncias o declaraciones adicionales apuntan en la misma dirección, mientras quienes han sido denunciados por ese acto declaran no estar involucrados, pero los indicios ahí están.
Morelos está en el centro de la tragedia, está, como en otros momentos de la historia, en el epicentro, no sólo de uno de los temblores más cruentos, sino también en el epicentro del ejemplo para reconstruir y desarrollar el país, de la epopeya que muestra nuestra capacidad con su talento para salir de las dificultades; qué no sea también el epicentro de la mezquindad y de lo ruin que puede ser la autoridad de gobierno en el Estado.