
La República de la prosperidad compartida
El PRI, en el 2018 perdió la presidencia de la república, importantes espacios en las cámaras de senadores y diputados, congresos locales, gubernaturas, en suma su presencia como fuerza política nacional quedo reducida como nunca antes. Al asumir la dirigencia nacional del partido Claudia Ruiz Massieu además de operar su propia llegada enfrento la pugna de quien ocuparía el cargo de secretario general y fue el inicio de pugnas de grupos. Correspondió a la líder nacional convocar a jornadas de reflexiones y análisis del porque de los resultados, catarsis y diagnostico que aún sigue en muchos sectores y regiones del país sin superarse.
En la agenda política de los siguientes meses hubo dos grandes tareas que atender como partido, la elección de junio del 2019, donde estuvieron en juego gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos en varios estados del país, así como operar la sucesión y el relevo de la dirigencia nacional. En este escenario el trabajo de la dirigencia se disperso no focalizo y priorizo sus recursos financieros, materiales, humanos y políticos, por una parte la selección de candidatos y posteriormente los procesos electorales demandaban un trabajo concentrado del partido, si su prioridad era el ganar las elecciones y recuperar espacios, por otra se dio inicio a encuentros con los actores políticos aspirantes a dirigir el partido donde su perspectiva personal y propósito político dieron inicio a una enorme presión política sobre el comité nacional para que fueran atendidas sus demandas y propuestas en el proceso en la elección de la dirigencia. A demás la dirigencia del partido como parte de su responsabilidad tuvo que desahogar una agenda legislativa resultado del nuevo gobierno. Es decir la conducción del partido se vio secuestrada por las exigencias de una agenda política donde todo era urgente.
El resultado fue la dispersión para resolver lo que al partido más le convenía en una complejidad donde los resultados a nadie han dejado satisfechos.
Pasada la elección de junio toca atender el proceso de elección de la nueva dirigencia que desde la óptica más íntima del priismo tendrían que superarse conflictos de ganadores y perdedores por ser un evento entre compañeros de partido, pero no ha sido así, previo a la publicación de su convocatoria y una vez conocido su contenido parece ser que el proceso de aprendizaje de descalificación y división lo ignoran quienes participan, por diferentes medios unos y otros hacen señalamientos con reacciones que de continuar llevaran al partido agudizar más la crisis de imagen de ser una fuerza política confiable ante los ciudadanos, hasta ahora la mayoría de los aspirantes señalan que hay privilegios en la convocatoria y utilizan sus señalamientos y equipos para hacer un ejercicio ante la opinión pública donde no muestran confianza ante el proceso, es decir reclaman sus derechos defienden sus intereses y que se atiendan sus necesidades, generando un cuello de botella donde las cosas si no son como alguien las quiere, marchan mal, sin embargo pocas veces asumen sus obligaciones como integrantes de un partido político más aun siendo cuadros políticos cuya trayectoria y experiencia obliga que su participación además de acompañar a su exigencia agoten la buena política y dialoguen, de lo contrario el partido se verá atrapado en su proceso interno que además que costara millones de pesos, en el que participaran miles de priistas (ya que se anuncia se instalaran seis mil casillas) será poco útil ante escándalos políticos que se están generando por los aspirantes desde dentro del PRI, que no parece vayan amainar, por el contrario con el paso del tiempo lejos de mejorarse polarizan más su discurso, ante estas condiciones se está construyendo un escenario hipotético donde los participantes de no ser beneficiados con los resultados y no resolver a tiempo sus diferencias fragmentaran con sus posturas al partido.
Habrá que recordarles a los que aspiran dirigir al PRI ya han sido gobernadores, legisladores, dirigentes del partido, secretarios de estado, con una importante trayectoria en la administración pública, donde el PRI les ha reconocido su carrera política y sus méritos. En tal caso la militancia aspira puedan resolverse los conflictos que se presentan y se evolucione para que el proceso fortalezca al partido y de como resultado una dirigencia fuerte y legitimada para ello se requiere por encima de todo la voluntad, lealtad y compromiso hacia el PRI de quienes aspiran ser su dirigente.