
Los retos del agua
Mientras en el Congreso federal se aprobaron leyes sin debate, sin lectura y sin oposición, en Morelos el silencio institucional se ha vuelto costumbre. Un silencio que no es prudencia, es conveniencia política.
La desaparición del Instituto de la Mujer del Estado de Morelos ya fue aprobada por el Congreso local. Sí, ya desapareció. No es una propuesta, no es una posibilidad: es un hecho. Fue votado y justificado con el argumento de que sus funciones las absorberá la Secretaría de la Mujer, como si la defensa de los derechos de las mujeres fuera un trámite administrativo más.
Y mientras tanto, el Imipe, el Instituto Morelense de Información Pública y Estadística, va por el mismo camino. Aún no ha sido extinguido, pero el proceso está en marcha. Ya se plantea su desaparición, siguiendo la misma lógica: si un órgano incomoda, estorba o representa autonomía, se borra del mapa institucional. Así de sencillo. Así de preocupante.
Y en medio de todo esto, la voz del gobierno estatal brilla por su ausencia. Ni una sola postura crítica frente al desmantelamiento institucional nacional. Ni una señal de autonomía. Ni un intento de resistencia.
Morelos replica el modelo central. Lo calca. Instituciones debilitadas, órganos autónomos suprimidos, discursos vacíos, pero muchos boletines, muchas fotos, muchas giras. Porque claro, quien viene después del desastre de Cuauhtémoc Blanco no necesita hacer mucho para parecer eficiente. En comparación, cualquiera que se pare y hable parece dinámico.
Pero cuidado. Que alguien se mueva no significa que avance. A veces solo se mueve el humo. Y aquí hay mucho.
Lo grave no es solo el retroceso institucional. Es el silencio. Es la comodidad con la que se aceptan las directrices del centro. Es la obediencia como método de gobierno. Se gobierna por consigna, no por convicción. Se administra, pero no se representa. Se ejecuta, pero no se defiende.
Morelos no necesita más obediencia. Necesita más postura. Necesita más firmeza. Porque si seguimos aplaudiendo cada decisión del centro sin pensar en nuestras necesidades locales, vamos a despertar un día sin voz, sin datos y sin derechos. Y nadie lo va a notar. Porque habremos desaparecido en el mismo silencio con el que estamos viendo cómo desaparecen nuestras instituciones.