
Toma y daca de la relación México-Estados Unidos
Según Emmanuel Carballo, la tradición del Grito de Independencia la instauró Ignacio López Rayón en Huichapan, Hgo., el 16 de septiembre de 1812. José María Morelos en los Sentimientos de la Nación estipuló que “se solemnice el 16 de septiembre de todos los años como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra Santa Libertad”. En 1825 fue la primera ocasión en que el 16 de septiembre tomó forma de fiesta nacional. El Presidente Guadalupe Victoria recibió felicitaciones de Diplomáticos.
La versión popular de que Porfirio Díaz decretó adelantar el Grito un día, para que coincidiera con su onomástico, al parecer carece de veracidad, ya que en 1846 se comenzó a celebrar a la medianoche del 15 de septiembre. Inclusive el Presidente Benito Juárez dio un emotivo Grito la noche del 15 de septiembre de 1863, en San Juan de la Noria, Durango. Un dato para confirmar nuestro surrealismo es el hecho de que Maximiliano diera el Grito en Dolores en 1864.
Ahora bien, la campana no siempre formó parte de la parafernalia para la reproducción conmemorativa del Grito. En un principio, la ceremonia se hacía a puerta cerrada. En 1886, Guillermo Valleto, encargado de las festividades conmemorativas de la Independencia por parte del Ayuntamiento de México, le propuso a don Porfirio Díaz realizar la ceremonia en el balcón del Palacio, para que la población participara del acontecimiento desde el Zócalo. La idea no le pareció mala; Valleto propuso al Mandatario el complemento de su idea: que, durante su arenga, el general Díaz pulsara la campana de Dolores, la auténtica. Don Porfis dijo: “va” y Valleto, se dio a la tarea de buscar la campana.
Los Dolorenses le causaron un gran desánimo cuando le informaron que el aparato ya no existía, porque ya había sido fundido. Al saberlo, el señor Valleto bajó de la nube de la ilusión y se despidió de su quimérico ministerio. Años más tarde (según sabemos por Ángeles González Gamio) el historiador Pedro González investigó y descubrió que la célebre campana existía.
Luego de una labor de persuasión ante el Ayuntamiento de Dolores, la campana fue traída a la ciudad de México, el 14 de septiembre de 1896 e instalada en el Palacio Nacional, donde desde entonces se encuentra. Cada noche del 15 de septiembre es tañida por el Presidente de la República. No fue fácil convencer a los Dolorenses de traer la campana a la ciudad de México. Al parecer, los habitantes de la población Guanajuatense querían guardarla con la intención de fundirla, para con su bronce, 100 años después, hacerle un monumento a José Alfredo Jimenez.
El Gobierno de Porfirio Díaz ordenó para el dia 16 de septiembre un Desfile Militar, en la que el Ejército Federal, hizo gala de su Gallardía y Marcialidad, lo que impacto a la población, que pidió al año siguiente un evento similar. Así nació el Desfile Militar del 16 de septiembre de cada año, que se ha vuelto tradicional.