
Econonet: digitalizar el abandono
Se confirmó lo que por meses había sido un rumor entre pasillos: el cierre definitivo de la planta Nissan en CIVAC, Morelos, tras 60 años de operaciones. La noticia fue oficializada el martes 29 de julio y no es menor. Se trata de una de las empresas más emblemáticas del estado, que no solo marcó la historia del desarrollo industrial en la región, sino que fue también, durante décadas, fuente directa de empleo, formación técnica y actividad económica.
Más de 2,600 trabajadores directos perderán su empleo, y al menos 8,000 personas más se verán afectadas de forma indirecta —desde proveedores locales hasta negocios de servicios y logística que dependían del flujo económico generado por la planta. Según datos de expertos consultados por medios especializados, Nissan aportaba cerca del 4% del Producto Interno Bruto del estado. El cierre no es anecdótico: es estructural, profundo y con efectos duraderos.
La compañía ha informado que concentrará sus operaciones en la planta de Aguascalientes, donde cuenta con mejores condiciones tecnológicas, mayor capacidad de automatización y una estrategia de largo plazo más robusta. Y es aquí donde vale la pena detenernos: ¿por qué Morelos no fue opción para esa inversión? ¿Por qué no se actualizó la planta de CIVAC? ¿Qué dejamos de hacer como estado para retener a una empresa de este tamaño?
El problema no está solo en el cierre en sí, sino en lo que revela: la ausencia de una política estatal de desarrollo económico que sea moderna, atractiva y sostenible. Hoy, Morelos no compite. No tiene incentivos claros para la inversión privada, no hay una ruta clara de reconversión industrial ni un plan serio para atraer nuevas industrias.
Tampoco se ha presentado una estrategia de respuesta inmediata: ¿qué va a pasar con los trabajadores despedidos? ¿Qué destino tendrá la infraestructura industrial de la planta? ¿Hay proyectos concretos para aprovechar ese espacio y evitar su abandono? Hasta ahora, todo son comunicados, pero no soluciones.
Este cierre debe obligarnos a replantear el rumbo económico de Morelos. La gobernadora tiene la responsabilidad de liderar un plan serio y contundente que contemple:
Un plan de reconversión laboral para los trabajadores afectados, que incluya capacitación y vinculación con otros sectores productivos.
El diseño de un proyecto estratégico para CIVAC, que puede ir desde un parque industrial mixto hasta un clúster tecnológico o logístico.
Una mesa permanente con empresarios y academia para detectar áreas de oportunidad y prevenir futuras salidas de capital.
Y, sobre todo, una política clara para atraer inversión con condiciones competitivas, sostenibles y modernas.
No podemos permitir que este hecho pase como una simple “decisión empresarial”. Porque no se va solo una empresa: se van empleos, se pierde estabilidad y se generan incertidumbre y miedo en miles de hogares.
El desarrollo económico no se construye con discursos, se construye con visión, estrategia y compromiso. Lo que hoy vivimos con Nissan puede ser el primer aviso de algo más grave, o el punto de quiebre que nos haga replantear el rumbo. Depende de lo que hagamos —y de lo que dejemos de hacer— en los próximos meses.
Porque detrás de esta noticia hay familias morelenses que hoy enfrentan la angustia de no saber qué vendrá mañana. Y ellas merecen respuestas, sí, pero también empatía y apoyo real.