
Convivencias, guarda y custodia de los hijos
En Jalisco, Carla, una mujer de 28 años, fue asesinada en plena calle por su expareja que la atacó con un fusil de asalto. Un crimen público, brutal y, tristemente, predecible. Mientras tanto, en Morelos, 32 de los 36 cabildos municipales aprobaron la desaparición del Instituto de la Mujer. El mensaje es devastador: la violencia contra las mujeres pierde prioridad institucional.
En lugar de reforzar los mecanismos de protección y atención, los gobiernos locales deciden desmontarlos. El Instituto de la Mujer de Morelos no era perfecto, pero era necesario. ¿Cómo se justifica su eliminación en un estado donde cada cuatro días muere una mujer por violencia de género? ¿Qué puede ser más urgente que proteger la vida de más de la mitad de la población?
Es importante destacar que, aunque no todos los cabildos están liderados por alcaldías morenistas, la mayoría de los regidores que votaron a favor comparten filiación con Morena o simpatizan con la línea del gobierno en turno. Más que un análisis de políticas públicas, esta decisión parece obedecer a una lógica vertical: instrucciones políticas sin reflexión ni diálogo.
Entre enero y noviembre de 2023, Morelos recibió más de 17 000 llamadas por presuntos delitos contra mujeres y niñas, un aumento del 11 % respecto al año anterior. La Alerta de Violencia de Género, vigente desde 2015, abarca a once municipios, incluyendo Cuernavaca, Jiutepec y Temixco —los más poblados del estado—. Sin embargo, la violencia no ha disminuido; por el contrario, se ha normalizado y extendido.
Las fiscalías carecen de protocolos efectivos con perspectiva de género. Los ministerios públicos no actúan con celeridad ni sensibilidad. Mientras tanto, las víctimas siguen siendo cifras, carpetas sin resolver. Carla, como muchas otras, había convivido con su agresor; no fue un ataque aislado. Fue el resultado de un entorno institucional débil, de un Estado que no reacciona.
En lugar de fortalecer, se recorta. En lugar de mejorar, se desaparece. Y todo esto ocurre mientras en México más de diez mujeres son asesinadas cada día. ¿Qué mensaje envía el gobierno cuando elimina instancias creadas para protegerlas? ¿Quién asumirá la prevención, el acompañamiento y la vigilancia institucional ahora que desapareció esa instancia?
La violencia feminicida atraviesa sexenios, partidos y discursos. Y es precisamente aquí donde valdría la pena recordar la frase de la presidenta de la República: “Cuando llega una, llegamos todas”. Una frase que en los hechos ha resultado completamente falsa. Porque ni hemos llegado todas, ni todas hemos sido protegidas. La violencia sigue, las cifras crecen, y la impunidad se sostiene. Lo mismo puede decirse de Morelos. Por primera vez tenemos a una mujer como gobernadora, y así arranca su sexenio: eliminando el Instituto de la Mujer. Veremos si este será un sexenio de transformación real o solo de retrocesos con rostro de cambio.
La violencia contra las mujeres no se combate con frases, ni con nombramientos simbólicos. Se combate con presupuesto, con instituciones sólidas, con voluntad política y con un compromiso real con la vida y la libertad de las mujeres.
Eliminar el Instituto de la Mujer en Morelos no fue un acto administrativo: fue una decisión política irresponsable que pone en riesgo a miles de mujeres. Es un retroceso, un grave error y, sobre todo, demuestra que ser mujer en este país aún no es una prioridad real.