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MORELIA, Mich., 27 de febrero de 2015.- Trece meses tardó la partición del pastel templario y este viernes el Estado encontró, finalmente, a la cotizada “cereza” que puso en jaque a la sociedad michoacana por casi una década y con la captura de Servando Gómez Martínez, La Tuta, se cierra uno de los capítulos más negros de la historia de la entidad.
El capo no se ocultaba en las cuevas de la sierra de Arteaga y Tumbiscatío, ni en los límites de Michoacán y Guerrero, donde lo buscaban. Vivía en Morelia, cerca, muy cerca de la Casa de Gobierno; estaba solo y desarmado, sin su cuerpo de guardias casi legendario.
La captura del líder criminal está lejos de ser el fin de la delincuencia, pero las características del personaje, su liderazgo en el bajo mundo y la enorme capacidad corruptora que demostró en la última década, convierten al hecho en uno de los mayores éxitos de los cuerpos nacionales de seguridad, señala Quadratín Michoacán.
El humilde profesor de 49 años -cumplidos apenas el 9 de febrero pasado- no sólo construyó una de las organizaciones criminales más poderosas del país, sino que su estructura logró escalar rápidamente los más altos círculos tanto de la política como de las finanzas estatales, a los que metió en una de las peores crisis desde la rebelión Cristera de la que el estado aún no se recupera.
Violento y agresivo como todo delincuente, Servando Gómez Martínez, también es un capo negociador que construyó una amplia base social con un discurso socializante y chovinista que complementaba con la amenaza, la extorsión y el asesinato.
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