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MIACATLÁN, Mor. 15 de enero de 2014.- María Magdalena Arriaga Valle, mejor conocida en Miacatlán como ‘Magda’, sintió el llamado de su fe católica y se incorporó a una congregación religiosa para convertirse en monja y así consagrar su vida a Dios.
Más tarde, circunstancias de la vida la hicieron renunciar a este llamado; sin embargo, su estancia la motivó para llegar a ser una de las pocas personas con las cuales Édgar Tamayo, el morelense condenado a muerte en el estado de Texas, ha sostenido una relación epistolar, aún cuando nunca lo conoció personalmente.
Magda ingresó a una congregación religiosa en 1996, y al saber que su paisano estaba en la cárcel, decidió comenzar a escribirle. “Yo siempre le daba ese ánimo de seguir adelante, de tener fe, de que todo se iba a arreglar”.
Relata que, posteriormente, ella tuvo que viajar a Italia, como parte de su formación religiosa, “sin embargo, mis superiores me permitieron mantener esta correspondencia con Édgar”. Más adelante cuando ella decide retirarse de la vida religiosa “se lo comuniqué a Édgar, y le dije que a pesar de ello, mis oraciones seguían firmes hacia él”.
Magda aseguró que Édgar Tamayo “tiene una fe que muchos quisiéramos tener, quizá esa situación de estar tantos años en la cárcel le han hecho comprender el misterio de Dios en nuestra vida. Es una persona que vale oro”. Y detalló que desde que comenzó esta relación epistolar en 1996, “nos escribíamos cada dos meses, o dependiendo la fecha… alguna tarjeta en navidad, o carta en alguna fecha especial”.
Casi todas las misivas que el morelense le ha enviado desde su reclusión, están escritas en computadora o máquina de escribir, con excepción de una “que me escribió cuando se descompuso la máquina”.
Magda aseguró que respecto al homicidio, su culpabilidad o inocencia, Édgar nunca le escribió nada: “durante todos estos años nunca tocamos ese punto, nunca me atreví a cuestionarlo al respecto, ni tampoco él se atrevió a comentarme nada. Nuestra comunicación fue más bien externa al hecho”, y agregó que “sólo Dios sabe cuál es la verdad”, sin embargo, “yo creo en su inocencia”.
Sobre este respecto, la ex religiosa aseguró que “era más importante lo que nos decíamos que el hecho mismo, era más importante darle ánimos para seguir adelante”.
De acuerdo con lo que Édgar le relataba en sus cartas a Magda, ella pudo conocer a un hombre “con un corazón enorme y muy trabajador. Siempre me hablaba de las actividades que realizaba, leía mucho. Era una de las cosas que más disfrutaba, principalmente leer la Biblia”.
Aunque Magda refleja su tristeza por la inminente muerte de Édgar Tamayo Arias, aseguró que “tenemos fe que va regresar a Miacatlán y si Dios me lo permite podré conocerlo en persona”.
De manera coincidente, una historia similar fue contada en el cine apenas un año después que se dictara sentencia a Tamayo Arias. En 1995, la película Dead Man Walking (Susan Sarandon, Sean Penn), relataba la relación entre una religiosa -Helen Prejean y el asesino de dos adolescentes condenado a muerte -Patrick Sonnier- la cual también inició a través de la correspondencia.