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WASHINGTON, EU, 6 de agosto de 2015.- Como casi todo en la política estadounidense, nada estuvo librado al azar. El escenario fue el mismo donde hace 52 años el presidente John F. Kennedy pronunció un famoso discurso sobre la necesidad de la diplomacia y en defensa de un pacto nuclear que fue firmado poco después con la Unión Soviética. Allí mismo como entonces, en el auditorio de la American University, en el corazón de Washington, Barack Obama urgió este miércoles al Congreso de Estados Unidos a que apruebe el acuerdo alcanzado con Irán porque, caso contrario, sería un “error histórico” que podría desatar “otra guerra en Oriente Medio”.
“La elección que tenemos es entre diplomacia y algún tipo de guerra” en la ya convulsionada región, dijo el presidente, al defender el pacto logrado con Teherán a mediados de julio en Viena, después de dos años de negociaciones. Este acuerdo –que también ratificaron Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania– limita el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones económicas internacionales que pesan sobre la nación persa. Además, pone fin a 35 años de enfrentamiento entre Washington y Teherán y podría rebalancear el equilibrio de Oriente Medio, amenazado por el avance del Ejército Islámico (ISIS).
El presidente agregó dramatismo a su discurso al considerar que la aprobación de este acuerdo es la decisión más importante en política exterior que los legisladores deben tomar desde que dieron luz verde a la invasión de Irak tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. La oposición republicana, que goza de mayoría en ambas cámaras, muestra fuertes reticencias a avalar el acuerdo, así como también algunos parlamentarios demócratas.
El Congreso tiene hasta el 17 de septiembre para aprobar o rechazar el pacto. Obama ya ha dicho que vetará un potencial rechazo y, para superar ese veto, los legisladores deberían reunir dos tercios en ambas cámaras, algo que hoy asoma bastante improbable. Obama agregó presión y dijo que, si el Congreso no avala el acuerdo, Estados Unidos perderá “su credibilidad como líder de la diplomacia” a nivel mundial.