PUENTE DE IXTLA, Mor. 16 de marzo de 2014.- “Noé” será su nombre, porque dar el verdadero implica ponerlo en riesgo. Un joven de apenas 20 años ha pasado casi toda su vida, acompañando a su padre, a andar por las noches en las calles de Puente de Ixtla con su bicicleta y un pequeño silbato que anunciaba a los vecinos que ellos estaban vigilando las estrechas y románticas calles del pueblo.
Hoy, Noé anda solo, ya no tiene a su padre porque en un “intento de asalto” perdió la vida hace un año. La versión oficial decía que querían robarle su bicicleta y los trescientos pesos que llevaba en el bolsillo, la versión real es que se negó a colaborar con el narco y por eso lo mataron.
En los últimos años, Noé vio casos similares en casi todo el sur de Morelos: amigos, familiares, vecinos que sucumben ante las armas de la delincuencia organizada y la población no ha tenido más remedio que encerrarse en sus casas para evitar ser presa de los narcos. Con tristeza, cuenta todas las historias que escucha a lo largo de sus recorridos, mismos que realiza con miedo, no puede dejar de hacerlos porque esa ayuda que le dan los vecinos es lo que mantiene a su madre y a sus dos pequeños hijos.
Y es que confiar en la policía estatal, municipal o federal es una aventura que no todos están dispuestos a correr, porque la corrupción de todas las corporaciones hace que el mayor peligro sea acudir a denunciar, hace mucho tiempo que las denuncias dejaron de ser anónimas y la población prefiere voltear la mirada ignorando con tristeza lo que ocurre en su pueblo.
Noe reunió a sus amigos, a los que se consideran más valientes y que quieren darle a sus familias una vida en paz y decidieron que “como ninguna autoridad les hace caso, ni los apoya para cuidarlos, nosotros tomaremos la justicia en nuestras manos, no esperaremos a que un ministerio público corrupto nos mande a la tumba”.
No tenían armas pero en Guerrero un hombre de la sierra les prometió conseguirles unas, por semanas se dedicaron a repartir volantes entre la población no sólo de Puente de Ixtla sino de los lugares aledaños pidiendo ayuda para poder pagar las armas que serán las que verdaderamente cuidarán a la población, ya consiguieron algo, y pudieron comprar, pero no es suficiente, los narcos tienen más y más poderosas que las que ellos pudieron conseguir.
Se reúnen en diversos puntos, nunca dicen bien dónde para evitar ser detectados por la autoridad que ahora los llama delincuentes por haber tomado las armas para defender lo que es suyo, también los persiguen los criminales, a quienes ellos buscan combatir, discretamente cercan las poblaciones para que la delincuencia organizada no agreda a los vecinos.
La mirada de Noé se llena de ira cuando le dicen que el gobernador Graco Ramírez dijo que en Morelos no existen las autodefensas y entre tartamudeos por la rabia , el temor y la dignidad dice que “ése señor qué sabe de lo que vivimos aquí, nunca viene, no sabe cómo se vive, no nos conoce, no sabe que nos unimos a los hermanos autodefensas porque también queremos salvar a nuestra gente… no tenemos dinero, no podemos pagar guaruras, no tenemos otra manera de defendernos y si eso nos hace delincuentes pues eso seremos, bandidos”.
A veces la mirada valiente que tienen Noé y sus amigos, también se llena de miedo y es que sabe que ´se juega la vida cada que sale a “patrullar” el pueblo pero entonces se acuerda se su padre, que, siendo un hombre bueno perdió la vida a manos de los delincuentes que el gobierno tanto de esfuerza por negar. Piensa en sus hijos que no podrán crecer como él, corriendo en las calles y jugando con sus amigos en la sierra de Morelos sin mayor peligro, eso es lo que lo levanta, lo que le hace sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante.
Noé sabe que ellos no son los únicos, que hay más grupos que se están organizando para defender sus comunidades, sin embargo, no se conocen porque en este “asunto” el anonimato es lo más importante, y es que todos tienen familias que están en riesgo si se enteran que son ellos los que levantaron la mano y la voz en contra de los narcos.
Éste es el sur del estado, éste es el Morelos auténtico, el que no tiene máscaras ni oculta su realidad tras publicidades falsas, es el Morelos de todos los días, el que huele a mercado, a campo; el que se siente parte de la tierra y que son los verdaderos herederos de los revolucionarios morelenses que les dieron lo que ahora tienen. Ese es el Morelos aguerrido que no se amilana ante nadie y que pese a que el gobierno del estado se empeña en negarlos, ellos existen y existirán mientras no tengan quien los respalde y les haga verdadera justicia.