Estrategias

Y AMLO se cansó de que usen su imagen

No funcionó la estrategia. El sempiterno líder de la izquierda, dos veces candidato a la presidencia de la República, el mesiánico Andrés Manuel López Obrador no se prestó para que los candidatos de Morena en Morelos utilizaran su imagen para atraer votos. Al menos no en el mitin de Jiutepec, una de las tres ciudades morelenses que visitó el pasado 11 de marzo.

Y lo hizo de una forma muy inteligente: al terminar su discurso de casi una hora, sacó una hoja de papel, la tomó con las dos manos y dijo al micrófono: “Por aquí les voy a recomendar a unos amigos, les pido que voten por ellos”.

La escena se desarrollaba en el municipio de Jiutepec, donde la presidenta municipal llegó al cargo bajo las siglas del PRD y al tercer año se declaró “morenista”. Al oriente de la plaza fue instalado un templete, pusieron cientos de sillas y una lona tan mal ubicada que para estar cerca de AMLO había que soportar el inclemente sol del mediodía.

Arriba del escenario, atrás de su líder moral, estaban en fila todos los candidatos a cargos de elección popular de Morena, quienes escucharon atentos el larguísimo discurso de Andrés Manuel, con temas como “la casa blanca”, la corrupción del PRI, y también del PRD, “del que ya pinté mi raya porque se convirtieron en paleros del gobierno” -aclaró-.

Los aspirantes de Morena (casi todos provenientes de otros partidos), sentían que la espera se vería recompensada con creces cuando López Obrador los llamara uno por uno, los abrazara e hiciera la V de la victoria ante el aplauso de la gente. Entonces aprovecharían para mostrar su mejor sonrisa, apergollar bien fuerte a Andrés Manuel como si fueran cuates de toda la vida y voltear a la cámara para tener así, en un segundo, la publicidad perfecta para su campaña política. Así lo han hecho todos, hasta Graco Ramírez cuando era candidato a gobernador de Morelos.

Pero algo falló. El oriundo de Macuspana Tabasco nunca dejó de agarrar la hoja de papel con las dos manos, y para colmo se equivocó en varios nombres. “Me los escribieron mal”, se justificó.

Así, los candidatos pasaban al centro, abrazaban a su líder nacional pero éste no les correspondía, mucho menos hacer alguna señal de la victoria, mostrar el dedo pulgar o subir los brazos. Desencantados, los aspirantes volvían a su lugar en la fila como niños regañados.

De hecho, del único que AMLO se acordó fue del candidato de Morena a presidente municipal, Adolfo Barragán Cena. Quizás por su inconfundible coleta de torero, quizás porque las siglas de su nombre son ABC, o tal vez porque, al igual que AMLO, terminó casándose con su jefa de prensa. “Ejte era alcalde de Jiutepec cuando yo era prejidente del PRD”, le dijo a la gente que correspondió con un fuerte aplauso.

Si no es porque alguien grita desde atrás “¡Falta don Raúl!”, el Peje se olvida de quien presume ser el morelense más cercano a López Obrador. Un tanto apenado, Andrés Manuel llama al frente al candidato de Morena a la presidencia municipal de Cuernavaca y lo consuela con un abrazo.

Pero al que le fue peor fue al ex presidente municipal Miguel Ángel Rabadán, hoy candidato a diputado local por Morena. Al mencionar su nombre pronunciado por AMLO, la muchedumbre reaccionó con un “¡buuuu!” que el aludido fingió no escuchar.

Terminada la desangelada presentación de los candidatos, el líder nacional de Morena enfiló hacia las escaleras, donde algunos reporteros esperábamos recoger alguna impresión suya. Los que creíamos que el ex candidato presidencial no aceptaría entrevistas nos equivocamos. Andrés Manuel no solamente contestó las preguntas de los corresponsales de Reforma y La Jornada sobre la designación de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte, sino que aguantó la “metralla” de preguntas al que lo sometió el periodista y profesor Ignacio Cortés Morales, ante la mirada atenta de Chris Nicolás y Dulce Maya.

-¿Qué opinión le merece que el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, puso a su hijastro como presidente del PRD en el estado? -cuestionó Héctor González, de Reforma.

El viejo luchador social se quedó pensando y contestó pausadamente como es su costumbre:

“Para empezar no me gusta la palabra hijastro, se escucha como cuando se llamaba a alguien ‘bastardo’, se le puede llamar ‘hijo de la señora’, se oye mejor. Aclarado eso quiero decir que es una desfachatez, una… (busca en su mente la palabra adecuada pero no la encuentra o no se atreve a externarla). Es algo muy cretino… ¿qué se cree Graco? ¿Un dictadorzuelo? ¿Por qué actuar de esa manera? Mire usted, cuando no hay convicción y no hay principios, el poder atonta a los inteligentes, y a los tontos los vuelve locos… y eso aplica para Graco”.

Y continuó su camino hacia la camioneta que lo trasladaría a Yautepec, donde ya lo esperaban otros tantos candidatos para tomarse la foto.