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CUERNAVACA, Mor, 23 de enero de 2015.- Rodrigo lleva una doble vida. Por el día, es un aplicado estudiante de Publicidad en Madrid. Pero cuando cae la noche, vende besos, abrazos y caricias por dinero, publica el periódico EL MUNDO.
Los músculos y la belleza de este joven de 22 años son apetecibles para muchas mujeres y hombres, pero sólo están al alcance de quienes pueden pagar 300 euros por un apasionado encuentro de una hora. Sí, Rodrigo es prostituto. Chapero. Gigoló. O como le gusta que le llamen: “Soy un puto”.
Como él, muchos jóvenes universitarios se han convertido en profesionales del sexo de pago por el alto nivel de desempleo (53,7% en los menores de 25 años) y para poder pagarse las tasas universitarias, que en la Comunidad de Madrid han subido un 65%. “Hace dos años pagaba 900 euros de matrícula.
Ahora me cuesta más de 2.000 y mis padres no se lo pueden permitir. Hace un año decidí prostituirme porque vi que era la manera más fácil de conseguir dinero para seguir estudiando”, cuenta Rodrigo.
Su familia no sabe a qué se dedica. Su padre está jubilado y su madre es asistenta en paro.
“Les dije que después de clase había encontrado un trabajo en unos almacenes y como coartada para las noches que paso fuera de casa creen que trabajo de gogó en varias discotecas”, afirma el joven.
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