Presenta Luz Dary Quevedo Copa Naranja de fútbol femenil
MÉXICO, df, 20 de octubre del 2014.- Quién lo iba a decir, pero el partido frente al encomiable Eibar, resuelto por el Barcelona en el segundo acto con una goleada que le supo a gloria, ofreció más conclusiones de las previstas con el clásico contra el Real Madrid a la vuelta de la esquina, informa El Mundo.
La primera, y quizá la más importante, que el equipo no puede permitirse el lujo de mantener en barbecho a Xavi. Tampoco en el Bernabéu. El capitán azulgrana ya no sólo se resiste al olvido al que parecía condenado al inicio de curso, sino que muestra su capacidad para ser uno de los líderes del conjunto de Luis Enrique. El descanso de Rakitic permitió la titularidad del centrocampista de Terrassa, imprescindible para descifrar el triunfo contra el Eibar. Una victoria que requirió paciencia y control, justo lo que él siempre supo ofrecer. Su gol a pase de Messi, que servía para derribar la muralla guipuzcoana tras una hora de acoso, no sólo sirvió para rememorar su clase, sino para evidenciar que, a sus 34 años, su físico todavía responde a la exigencia.
A destacar también el buen comportamiento de Mascherano en el pivote, una zona en la que, hasta la fecha, Busquets no ha admitido competencia. Si bien es cierto que al argentino le falta clarividencia ofensiva y que requiere de dos o tres toques para desplazar el balón, su innata capacidad para recuperar pelotas limita los agobios de una estructura defensiva todavía bajo sospecha. Que no es poco.
También debió agradecer Luis Enrique que Messi y Neymar continuaran de dulce. El argentino, comprometido cuando el partido más lo requería, resolvió el jeroglífico táctico planteado por el Eibar. Huyó del embudo del centro, se escoró a la derecha y, desde ahí, se dispuso a disfrutar a su manera. Si no logró superar a Zarra -tras su tanto, el 250 en Liga, ya sólo le queda uno más para igualar el legendario récord- fue porque el conjunto armero dispone de un portero llamado Irureta, meta menos goleado de Segunda la campaña pasada, y que fue capaz de salvar hasta cuatro intentonas de La Pulga. En cuanto al delantero brasileño, nunca se le había visto tan incisivo por estos lares. Fue el mejor en una primera parte de patas de palo, y en la segunda tiró de clase para ajusticiar al rival con un disparo al primer toque repleto de solemnidad.
Quizá la derrota del Eibar estuviera ya más que escrita antes del partido. Se trata de un equipo que oposita a la supervivencia con la misma columna vertebral que tenía hace dos años en Segunda B, con el presupuesto más bajo de la categoría (18 millones de euros, dos menos de lo que cobra Messi en una sola temporada) y con una inversión en fichajes de apenas 75.000 euros. Una hormiga junto al totémico Barcelona, un club que sigue vanagloriándose de prohibir las fotocopias en color, de apagar las luces cuando los encorbatados salen del despacho y que ni siquiera pestañea cuando se gasta 900.000 euros para resolver sus embrollos judiciales. Qué cosas.
El caso es que el Eibar, romántica anomalía de un fútbol que hace ya demasiado tiempo que cambió el barro por la pasarela, logró exigir al Barcelona. No le hizo falta disputar la posesión o recitar un tratado de buen juego. Abrigado, con cinco defensas bien compenetrados con los tres mediocentros, y dos delanteros sueltos a la espera del milagro, el equipo de Gaizka Garitano incluso despertó los demonios que acostumbran a vagar por el Camp Nou.