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El penoso incidente ocurrido en Egipto a un grupo de paseantes mexicanos le ha dado al gobierno de Peña Nieto y en general a la clase política mexicana un buen motivo para tender una nube de humo sobre los habituales problemas del país: la corrupción, la ineptitud oficial, la incapacidad de los partidos y los legisladores, en fin, la totalidad de aquellos que nos gobiernan.
En principio, no hay datos exactos. Dos muertos, seis desaparecidos, luego fueron ocho los muertos, tenían permiso para acampar, no lo tenían, comieron en zona prohibida, los organizadores del viaje dicen que contaban con autorización oficial, el gobierno egipcio dice que no. Peña Nieto manda al avión presidencial para regresar a los muertos y a quienes sobrevivieron. Los medios están indignados y en general la opinión pública.
Los mexicanos con posibilidades de viajar suelen hacerlo con cautela y ahora resulta que en Egipto, no lejos de El Cairo, el poderoso ejército y la aviación de tal nación atacan con brutalidad a un grupo de turistas confundiéndolos con terroristas. El embajador de Egipto en México, con algunas dosis de ingenuidad o perversión, dice que los turistas estaban dentro de una zona de operativos antiterroristas, mientras que sus paisanos, los guías de la caravana de viajeros, muestran los permisos que las propias autoridades les concedieron para hacer el recorrido que resultó fatal.
El gobierno mexicano exige una explicación, ya que la pérdida de vidas es irreparable.
La situación es grave. Sin embargo, hay una parte ridícula: los legisladores, diputados, senadores y asambleístas, para hacerse notar, demandan la creación de comisiones de la verdad, derechos humanos hace otro tanto… Los perredistas y los panistas imaginan que Egipto está en México y los segundos quieren que Relaciones Exteriores presione para “que no haya impunidad”. Y en todos los casos, los legisladores piensan y hablan como si el asunto fuera doméstico y no un serio problema internacional.
Un panista repite frases que de sobra conocemos: “caiga quien caiga”, otro del PRD pide que una comisión estudie el caso. No se dan cuenta que ya el gobierno de México está trabajando y que no será fácil que Egipto reconozca sus errores y menos con las sandeces que dicen los legisladores mexicanos. Las leyes y las costumbres, el estado de alerta en que viven esos países no es poca cosa, son otras las reglas, son naciones donde los derechos humanos no cuentan gran cosa, a menos que los muertos sean norteamericanos o europeos.
Lo grave es que la situación en Egipto es voluble. Son por ahora ocho muertos y 6 heridos ciudadanos mexicanos, resultado del salvaje ataque. ¿Es posible que la incapacidad del ejército egipcio sea tal que no pudieron contar en varios días el número de muertos? Como si fuera poco, la diplomacia egipcia está peor que la nuestra y nos dice que hay similitudes entre la lucha contra el narcotráfico que ha traído miles de muertos, como allá ha habido bajas a causa del terrorismo. En verdad los egipcios son ingenuos. Qué justificación tan banal. Las fuerzas armadas de ese país árabe son poderosas y están bien equipadas. ¿Cómo es posible que se hayan confundido tan fácilmente y hayan imaginado que una modesta caravana civil extranjera estaba en realidad formada por temibles terroristas?
Peña Nieto tiene que ser duro, no es posible que esos “errores” cuesten vidas de pacíficos turistas mexicanos que fueron a conocer Egipto, país de cultura ancestral y por lo visto ahora con carencia de sentido común.
No dudo que los egipcios tengan pérdidas colaterales como las hay en México, pero si todo estaba organizado por una agencia turística, ¿cómo es posible que el poderoso ejército, bien armado y capacitado, dueño de modernas tecnologías, se haya equivocado y asesinado a visitantes extranjeros?
Relaciones Exteriores debe ser exigente y no sólo hablar con el embajador egipcio aquí, sino demandarle al gobierno de Egipto una satisfacción y el reconocer que sus aviones ametrallaron gente inocente. No sólo exigir reparaciones, que, insisto, son irreparables, sino incluso llevar el caso a la ONU y llegado el caso ver qué sanciones internacionales es posible obtener para castigar tan reprobable acto de salvajismo.
Esperemos que la inexperiencia de la canciller y del propio Peña Nieto sea capaz de hacer los severos reclamos que el país le exige a Egipto.