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CUERNAVACA, Mor, 7 de septiembre del 2014.- Eduardo nació con estrabismo y eso le ocasionó una ambliopía, es decir la pérdida de la capacidad de un ojo para ver los detalles, explicó la oftalmóloga, Grisel González Esnaurrizar.
“Hoy vamos a jugar a los piratas, los dos usaremos un parche en el ojo y un paliacate sobre la cabeza”, le dijo su terapeuta Verónica Taboada Picazo, a Eduardo cuando llegó a su consulta de Neuropsicología en el Hospital del Niño y el Adolescente Morelense (HNAM).
Con sus disfraces caminaron por los pasillos de hospital para que el niño supiera que ambos estaban en igualdad de condiciones, pero sobre todo para crear empatía y darle confianza, contención emocional y demostrarle que el parche no era impedimento para realizar sus funciones escolares sino para compensar su falta de visión en el ojo izquierdo, explicó la neuropsicóloga.
Eduardo ocho años de edad fue enviado a esa especialidad luego de una operación de estrabismo en su ojo izquierdo y la colocación de un parche para mejorar su visión.
A este padecimiento se sumaron sus alergias alimentarias y el bullying (maltrato escolar) que sufría por sus compañeros de clase, maestra y director, informó Verónica Taboada.
Eduardo es un paciente que recibe tratamiento en las áreas de Psicología y Neuropsicología cuyas especialidades ofrece el Hospital del Niño y el Adolescente Morelense a los menores de la entidad.
Taboada Picazo consideró que la condición médica de Eduardo estaba estrechamente vinculada con su historial de deficiencia en el aprendizaje y, principalmente, con el acoso escolar al que era sometido.
“Haz bien las cosas. ¿Cómo es posible que faltes tanto y además seas un burro?”, le decía su maestra.
Taboada Picazo explicó que los problemas auditivos y otros padecimientos visuales en algunos niños no son tan visibles socialmente y está demostrado que las discapacidades de este tipo, son un blanco de agresión por parte del entorno comunitario del paciente.
En el caso de Eduardo las agresiones de sus compañeros llegaron hasta los golpes y una ocasión, lo dejaron tirado en el suelo debido a una lluvia de patadas.
“Mire como dejaron a mi hijo, le volvieron a pegar en la escuela, le hacen burla por su parche en el ojo, porque choca con las cosas y no puede comer todos los alimentos”, se quejó la mamá con la neuropsicóloga en la siguiente cita. Y es que Eduardo no podía comer guayaba, mango, sandía, piña, zanahoria, entre otros alimentos.
La especialista explicó que el carácter introvertido de Eduardo pudo haber iniciado en el núcleo familiar, porque los integrantes carecen de autoestima y el menor ha repetido este patrón de conducta debido a que se siente vulnerable también, por el maltrato experimentado en su entorno escolar debido a sus problemas de salud.
El tratamiento integral recibido en el HNAM permitió la rehabilitación y, al cabo de cinco meses de terapia, Eduardo superara el 6 de calificación y alcanzara gradualmente 8, 9 y 10 en sus notas. El esfuerzo entre la familia y el hospital han valido la pena para la superación de Eduardo.