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MÉXICO, DF., 21 de octubre de 2014.- El cerebro de los adolescentes inicia procesos naturales importantes para conectar a las porciones más profundas de su cerebro –el cerebro reptiliano, el límbico, el de las emociones más básicas- con el Neocórtex frontal: la zona menos arcaica del cerebro, la que ayuda a decidir, pensar, estudiar, armar estrategias para salir adelante en la vida.
Por eso, los adolescentes tienden a ser impulsivos. Apenas están aprendiendo a reflexionar, a contener sus emociones, a lidiar con ellas y con la vida: con retos y con los demás humanos.
Si las posibles dosis de mariguana van en aumento otorgan momentáneas sensaciones de euforia, ansiedad (expectativa), relajamiento y una alegría que no es genuina –los retos en la vida y en la convivencia aparejan algunas emociones no gratas y es necesario aprender a lidiar con ellas- y cuando viene el bajón, pueden iniciar las fases de temor, desconfianza, tristeza, miedo, sensaciones de persecución y cansancio extremo. Y estas sensaciones pueden conducir al aumento del consumo y en el caso de los adolescentes, a impedir su maduración cerebral.
A veces, desde el primer consumo de mariguana y a lo largo de los sucesivos, el THC:
– Entorpece la coordinación corporal, el equilibrio y la postura – Deteriora la capacidad para crear recuerdos nuevos y para desviar la atención de un asunto al que sigue.
– Inhibidos los receptores cannabinoides propios del organismo, el individuo pierde capacidad de realizar tareas complejas y de sostener retos.
– Decrecen las facultades naturales de los adolescentes para mostrar decisión y aplomo.
– Lo mismo ocurre con porciones cerebrales que les permiten hacer deportes y aprender a conducir un vehículo, por ejemplo (aunque al inicio del consumo parezcan sentirse fuertes, activos y contentos: se trata de los baños masivos decannabis –proveniente de la planta- a los neuroreceptores; un autoengaño adicional).
En fases avanzadas de consumo:
– Alucinan y presentan delirios diversos
– Pierden el sentido de la identidad y se sienten desdibujados: dejan de reconocerse a sí mismos.
– Quienes deciden dejarla, a veces recuperan algunas de sus habilidades cognitivas, pero batallan para recordar palabras y para estar presentes en la realidad, respondiendo a ella y a sus demandas.