
Territorio, prevención, capacitación, tecnología: nueva auditoría
En Morelos se está gestando una decisión tan grave como reveladora. La intención del nuevo gobierno estatal de eliminar organismos autónomos como el Instituto Morelense de Información Pública y Estadística (IMIPE) y, especialmente, el Instituto de la Mujer para el Estado de Morelos (IMM), merece una discusión pública amplia, responsable y crítica. No sólo porque se trata de instituciones que, con sus aciertos y errores, han sido contrapesos necesarios al poder ejecutivo, sino porque esta propuesta emana del primer gobierno estatal encabezado por una mujer, en una legislatura que también —históricamente— está integrada en un 50% por mujeres.
Sí, es histórico. Pero no como se esperaría.
Eliminar al IMM bajo el argumento de “duplicidad de funciones” con la Secretaría de la Mujer es, en el mejor de los casos, una interpretación simplista del andamiaje institucional de protección y representación de las mujeres; y en el peor, un acto deliberado de concentración del poder, disfrazado de eficiencia administrativa.
La narrativa de la duplicidad se ha vuelto un lugar común en los discursos de gobiernos que, bajo la bandera de la austeridad o la modernización, buscan desmantelar organismos autónomos. Lo hemos visto a nivel federal con la 4T: órganos como el INAI, la Cofece, el Coneval o incluso el INE han sido blanco de ataques, cuestionamientos y propuestas de eliminación o absorción. En Morelos, esta tendencia parece replicarse peligrosamente.
Pero ¿en verdad duplican funciones el IMM y la Secretaría de la Mujer? No. No si se entiende la diferencia entre una dependencia de gobierno sujeta a la línea del ejecutivo, y un organismo autónomo con mandato legal, enfoque transversal y función crítica para vigilar, evaluar y —cuando es necesario— incomodar a los gobiernos en turno. El IMM ha sido ese espacio, imperfecto, sí, pero autónomo, y por lo tanto capaz de hablar desde otro lugar.
Hay algo profundamente simbólico en que sea una gobernadora quien proponga la desaparición de un instituto creado para representar, defender y acompañar a las mujeres.
Y más aún que esto ocurra en un momento donde la paridad formal se ha alcanzado, pero la paridad sustantiva sigue siendo una deuda. No basta que haya mujeres en el poder si las decisiones reproducen lógicas patriarcales de centralización, silenciamiento y desmantelamiento institucional.
Algunas voces podrían señalar que el IMM no ha dado resultados, que ha estado cooptado por grupos políticos o que incluso ha sido caja chica de ciertos actores. Aceptar estos señalamientos no debería llevarnos a suprimirlo, sino a reformarlo, evaluarlo y corregir lo que no funcione. Las instituciones no se cancelan, se transforman.
Eliminar el IMM no sólo es un error político y técnico, sino una decisión que envía un mensaje claro: que la vigilancia, la crítica y la autonomía no tienen lugar en este nuevomodelo de gobierno. Un gobierno que —paradójicamente— presume de representar a las mujeres, pero que recorta, minimiza o elimina los espacios que garantizan sus derechos.
Las mujeres de Morelos merecen más. Merecen instituciones fuertes, autónomas, con perspectiva de género, y con capacidad de decir lo que otros no quieren escuchar. Porque si el poder de una mujer se usa para borrar las conquistas de todas, entonces no estamos ante una transformación, sino ante un retroceso cuidadosamente disfrazado.