
Gestión de desastres naturales
La política preventiva para la salvaguarda del orden público impulsado por el Presidente de la República y Gobernadores afines, han rebajado el quehacer policiaco a un simple juguete.
La trillada frase “abrazos, no balazos” ha traído como consecuencia que el policía se haya convertido en un simple expectador cuando frente a sus narices se cometen delitos en flagrancia.
A pesar de que el quinto párrafo del artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece que cualquier persona puede detener a otro al momento de cometer un delito o momentos posteriores inmediatos. Lo cierto es, que los policías omiten cumplir con ese deber, so pena de ser sancionados.
Ejemplos del comportamiento policial de juguete hay muchos.
Los más recientes ocurrieron la tarde del lunes 8 de junio, cuando frente a elementos, un grupo aproximado de 150 anarquistas al caminar por el paseo de la Reforma en la Ciudad de México, destruyeron todo lo que se atravesó en su camino, sin que hubiere un sólo detenido.
En aquella ocasión, a un par de policías se les ocurrió atropellar entre sus pies a una anarquista caída. Ese hecho, hoy los tiene en la cárcel.
No podremos anhelar una sociedad segura, si la policía no juega su rol; si la política de nuestros gobernantes se inclina más en buscar votos masivos de quienes delinquen que de quienes buscan mantener el orden y el respeto a los derechos de todos.