
Gestión de desastres naturales
En nuestro país se ha generado una sensación de inseguridad en la población por los hechos de sangre, notas de actos del orden delictivo y las imágenes que se presentan, ya que muchas de las veces nos muestran un panorama catastrófico.
El miedo y la impotencia se encuentran presentes en los hogares mexicanos. Un efecto de esto, es que en los espacios públicos se deja de asistir y los ciudadanos prefieren encerrarse en sus hogares para divertirse y hacer deporte; simplemente dejan de frecuentarlos.
La sensación de tener temor y de no estar en la calle va creciendo, y existen estados como Veracruz y Morelos, en que la violencia ha generado un ambiente de inestabilidad social y política. Los ciudadanos están agotando su paciencia y confianza, dejando atrás la esperanza que tenían que la inseguridad disminuiría y pasando a una postura de incertidumbre y temor de los conflictos que se están generando.
Si bien, en los gobiernos estatales como los de Guanajuato, Ciudad de México, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco y Morelos hay conflictos y tensiones, la violencia y la inseguridad en el ámbito municipal crea un mayor impacto con este proceso de desorganización social.
Un reto importante para el estado mexicano es combatir y disminuir la pobreza, por lo que en este contexto, es preocupante (y se debe de tener claro), que la violencia genera más pobreza y se recrudecen las tensiones sociales. Ante esto, los códigos más elementales de convivencia y en algunas comunidades ya cansadas, la población hace justicia por su propia mano. El clima y la violencia que vive el país debilitan las instituciones y desborda los ánimos en los sectores más pobres, presentando crisis regionales colectivas.
Para los opositores al gobierno, el exigir eficacia para atender y frenar la violencia y la criminalidad, son una importante coyuntura para ganar simpatizantes.
Lo que es un hecho, -y en base a las propias estadísticas oficiales-, la violencia criminal aumenta de forma creciente, exponencial y las diferentes políticas de atención para frenarla aún no están dando resultados; el riesgo es que veremos a una sociedad orillada a que se agote, se convulsione y se altere el orden social. Es entonces, que se requiere involucrar más a la sociedad en las estrategias de gobierno y como segundo punto: cumplir con el acuerdo de que los municipios cuenten con sus diagnósticos municipales de prevención del delito y focalizar la presencia para generar los programas contra la violencia desde la colonias y comunidades.
Parece inverosímil que hasta la fecha, en colonias de alta peligrosidad, la propia comunidad conozca de personas sospechosas, que existan automóviles abandonados, espacios públicos descuidados donde se reúne la delincuencia y donde no se fortalezca y propicie la organización comunitaria. Eso sí, existen muchas figuras en el papel de que no dan resultados, y la gente no participa porque desconoce.
De seguir así, la fuerza del crimen organizado seguirá escalando y reclutando mas jóvenes y mujeres que ven en ese camino la posibilidad de mejor su bienestar individual y abrirán la puerta para que mas ciudadanos ingresen a ese amplio mundo de la criminalidad.