
Cuauhtémoc
Viviremos por fin el inicio de la ruptura del PRI como partido hegemónico en México. Su división interna y el desgaste de tan prolongado dominio patrimonialista son sus causas
El pluralismo ha sentado su fuerza en las regiones de la entidad y ha dicho que cualesquier fuerza política puede ganar la elección y la inversión multimillonaria de dádivas difícilmente puede contener una avasalladora decisión de cambio.
Hay fuerzas políticas que ya ganaron, como es el caso de Morena, cuyo caudal de votos ha aumentado considerablemente, suficientes como para competir en las elecciones de julio de 2018. El PRD, a quien se daba ya como perro muerto, recobra una fuerza considerable con un candidato sólido y propositivo y capaz de remontar, con una estructura sólida. El gran perdedor es el PAN.
Existe un rasgo común en los distintos cuerpos partidistas: su división interna. Este cáncer ha invadido las estructuras del PRI y lo ha convertido en un enfermo terminal cuya fecha de defunción puede predecirse: 2018. El PRD, sus múltiples grupos gozosos con sus discrepancias por la tentación del poder de sus intereses particulares, olvidó que un partido no solo lucha en elecciones, sino además es un instrumento de la sociedad y sus necesidades en oposición clara al grupo neoliberal dominante; solo con una profunda autocrítica y la recuperación de los principios que le dieron origen puede ser a mediano plazo, la institución política con mayor solidez en el país. Morena, el partido emergente y con mucha fuerza, en el corto plazo es el que concita el mayor apoyo ciudadano, pasada la coyuntura y al institucionalizarse como partido, deberá resolver su coexistencia interna pues es un amasijo de intereses de grupo, personales, de resentimientos, no todos en búsqueda de la “honestidad valiente”, sus pequeñas fracturas y su sectarismo pueden observarse en cada entidad de la república. Deberá comprobar ser capaz de desarrollarse más allá de “lo que diga mi dedito”, y construir un núcleo dirigente cuya perspectiva no se agote en la coyuntura y defina con claridad los intereses que la mueven. Ojalá y aprenda la lección: El sectarismo, la descalificación y la soberbia morenista debilitaron esta elección; nadie gana solo, las alianzas son indispensables.
Finalmente, si bien los punteros, como se les llama a Del Mazo y Delfina se alternan como favoritos, la realidad la veremos el domingo por la tarde; ¿funcionarán las bolsas de triquiñuelas del PRI y le reconocen el triunfo a Del Mazo o gana Delfina por dos razones; el hartazgo ciudadano, el apoyo de la disidencia del PRI y del PAN y el indudable peso del apoyo de AMLO?
Fin de una era.