
Gestión de desastres naturales
¡Ah por la plaza!
Desde tiempos de guerra tomar la plaza tenía significado mayor en el ánimo de los adversarios. Implicaba control, poder y ventaja bajo un simbolismo que pasó de las acciones bélicas a la dipusta política por las calles.
Tutelar el cuadrante durante los tres grandes movimimientos armados de la historia nacional –Independencia, Reforma y Revolución- concedía control sobre el resto de las ciudadelas, hacer merma en el ánimo enemigo y lanzar mensajes triunfalistas a otros pueblos en disputa.
El poder político antaño también se apersonaba en las explanadas o “zócalos” de la ciudad de México a los estados porque son espacios para desfilar al Ejército en la máxima consigna del poder social y “democrático”. Autoritarismo o libertad, cada quien.
Desde las protestas de los años 60, el ex “zócalo” defeño –Plaza de la Constitución- se convirtió en escenario de manifestaciones inconformes sobre el absolutismo del maximato priísta con las consecuencias históricas de 1968.
Veinte años después, durante la revuelta cardenista, nuevamente la plaza grande capitalina cimbró ecos de presión social para reformar a las instituciones electorales –en constante porceso de perfeccionismos y despilfarros millonarios-.
Sin embargo después de Cuauhtémoc Cárdenas surgió el personaje que hizo de las plazas públicas su modus operandi (y vivendi) para acceder al poder con “tomas simbólicas” de presión y recompensa.
Nunca fue desmentida esta información publicada en las columnas de Félix Fuentes en El Universal:
Cuando don Andrés Manuel López Obrador llegaba a inicios de los años 90 a la ciudad de México al frente de los contingentes de Tabasco instalaba sus plantones un par de meses antes de las fechas de Independencia a fin de dejar la incógnita a si el Ejército nuevamente haría acción represora sobre una protesta civil.
Esa versión del “Peje” buscaba de hecho tal reacción.
Eran los tiempo de Salinas de Gortari y en la regencia del entonces Departamento del Distrito Federal despachaba un personaje enfermo de poder con sueños de suceder a su jefe: Manuel Camacho Solís quien tenía a la diestra a un joven “brillante” llamado Marcelo Ebrard.
Así de pronto coincidieron tres personajes que de adverasarios polítcos cimentaron profunda amistad basada en pactos de ayudas económicas y favores políticos.
Atinó don Manuel –para sus intereses claro- cuando decidió negociar con aquel tabasqueño rijoso saboteador de pozos petroleros y convencerlo de quitarse del “zócalo” para permitir las celebraciones de “El Grito” y desfile militar.
AMLO se dejaba persuadir con maletas de contenido enriquecedor que eran entregadas de la propia mano de Marcelo Ebrard. Así el plantón era levantado y regresaba a la Mascupana a cantar “victoria”.
Por su parte Camacho Solís corría a Los Pinos a informarle al presidente Salinas el parte: “Señor, la plaza está liberada”.
Con esta acción pensaba don Manuel que le mostraba a su jefe dotes de gran mediador político y esto le favorecería con la candidatura presidencial.
Ignoraban don Manuel y Ebrard que antes de ingresar a la residencia oficial para venderle su hazaña a Salinas, un secretario de Gobernación de línea dura ya había pasado detalle de la operación económica a favor de López Obrador con erario del DF.
Era el temible Fernando Gutiérrez Barrios, creador del CISEN y ex jefe del Servicio Secreto a quien nunca le pasaría desapercibida tamaña maroma.
Célebre fue la rabieta de Camacho cuando Salinas inclinó la candidatura priísta a Luis Donaldo Colosio. En repreoche afianzó lazos con AMLO quien seis años mas tarde ocuparía el mismo escritorio del Antiguo Palacio del Ayuntamiento de la ciudad de México y hallanaría el camino para dejar a Ebrad en el puesto. Amor con amor se paga.
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El gobierno de Graco Ramírez arrancó de tajo mediante “decretazo” el control de Plaza de Armas en Cuernavaca al ayuntamiento que preside Cuauhtémoc Blanco.
El cuadrante está ahora a disposición de la versión familiar del PRD Morelos que dirige el hijastro del gobernador, Rodrigo Gayosso, y en primera acción el pasado sábado cercaron para filmar anuncio promocional del sol azteca en tanto dos días después pretendieron retirar el módulo de afiliación al partido Morena instalado en el sitio.
El permiso a utilizar el principal centro morelense pasa por voluntad del Ejecutivo estatal y fue relegada la administración municipal en medio de protestas ante tal acción impositiva.
Está por reaparecer en Morelos Andrés Manuel López Obrador, adversario declarado de Graco Ramírez, quien se vería imposibilitado de realizar el acostumbrado mitin en cada explanada y máxime si la pretende utilizar para lanzarle dardos al gobernador.
Nuevamente se dispara la pugna de espacios públicos y pretenden recetarle revés a AMLO de negarle el permiso para la concentración con templete montado
“La plaza está controlada mi general”, revive el antiguo adagio.
¿Y las urnas?