
Gestión de desastres naturales
El dos de diciembre del año 2000 la entonces jefa de gobierno –suplente- de la ciudad de México, Rosario Robles, le juraba a Fidel Castro que el corazón del país aún latía hacia la izquierda. Horas antes el líder cubano había presenciado la orgía festina en el Castillo de Chapultepec entre empresarios, ex perredistas (como Porfirio Muñoz Ledo), ex priístas y algunos panistas con Vicente Fox ascendido al poder.
Castro Ruz recibió las llaves de la ciudad y tras la declaratoria de huésped distinguido habló par de horas en el antiguo palacio del Ayuntamiento frente al clan perredista que aun ensalivaba hiel tras la tercer derrota de Cuauhtémoc Cárdenas. Nadie como el revolucionario isleño – cual padre putativo- para encontrar consuelo.
Principio del final. En días posteriores la izquierda de Heberto Castillo, Pablo Gómez, Raúl Alvarez Garín, Ifigenia Martínez, Arnoldo Martínez Verdugo y demás líderes forjadores de partidos como el Socialista Unificado de México y el Comunista Mexicano íba a ser ignorada por Andrés Manuel López Obrador, quien se alistaba para inventar su propio imperio sobre la capital del país.
La izquierda de los mil días había perdido dos batallas, la electoral porque Fox les ganó el terreno cuando el PRI se resquebrajó y la ideológica por la voracidad interna que devengaría en alianzas con el conservadurismo panista. Para ello relegaron a las figuras emblemáticas quienes se opusieron a tamaña incongruencia.
La revolución cubana no le debía al PRD ni a sus antepasados ayuda significativa. El encauce lo concedió el entonces director la Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios, implacable policía que detuvo a Castro cuando el Servicio Secreto le descubrió los planes y después le dio recursos para armar el plan contra Fulgencio Batista, incluida la adquisición del barco “Granma” en su natal Veracruz.
Las primeras coronas florales que llegaron al velatorio de Gutiérrez Barrios fueron de Fidel Castro y el Partido Comunista de Cuba. Por tanto el comandante contemplaba a ese rebaño de perredistas inservibles cual sí fueron lustros de priísmo antes de la llegada de los tecnócratas.
Rosario Robles se dirigió a Castro bajo el pesar perredista de no haber llevado al poder a la izquierda. Hoy tiene súper chamba con Peña Nieto y baste hojear el libro de su ex novio Carlos Ahumada –Derecho de Réplica- para entender que de las reuniones con Carlos Salinas de Gortari ha devengado dos secretarías de Estado, en forma lamentable.
Castro regresó aquella tarde a Cuba sabedor que con el PRI derrotado y un puñado de falsos izquierdistas incongreuntes -pelados entre sí por la repartición de prerrogativas- había terminado el soporte mexicano para el aislamiento de su revolución. Pero calculador hasta la tumba, Fidel ya tenía a la Venezuela de Hugo Chávez como nuevo estribo ideológico y de dividendos petroleros.
En las ruinas perredistas alzan la mano para el 2018 un acordeón de “progresistas” que serían la ruina comparados a la revolución de Castro al menos en pensamiento. ¿Miguel Angel Mancera es de izquierda?
El mote “progresistas” debe entenderse en las acciones actuales como una farsa completamente opuesta a la rendición de cuentas dentro de las entrañas de quienes lo pregonan. Solo es máscara y retórica sin sustento.
Menos es congruente con el pensamiento de izquierda revolucionaria desdeñar al pueblo harto de prácticas clientelares, oidos sordos y simulaciones. Los membretes de la misma clase clase política con las prácticas añejas de corrupción bajo el manto de soluciones mágicas representan incluso vuelta a tiempos pasados.
Y bajo ese panorama se termina de sepultar a su mal llamada izquierda.