
Gestión de desastres naturales
Para el PRI la Ciudad de México es, como un filme de Spielberg, enigmática, repleta de misterios que rechaza a los faltos de intrepidez, a los timoratos. Los abuelos del PRI la tomaron hace décadas porque eran audaces y provenían de una revolución violenta. Luego los hijos y nietos fueron perdiendo el botín porque estaban dejándola en paños menores con sus pillerías. Al fin llegó un bravo, Cuauhtémoc Cárdenas, y la puso en otras manos y en apariencia a salvo.
La arrogante y segura Ciudad de México pasó al PRD. Entre quienes la dirigieron estuvo una mujer que echaba chispas por los ojos, era de una agresividad temible. Un día mis vecinos me pidieron que encabezara a un grupo para presentarle una serie de quejas ciudadanas. Nos recibió prácticamente a patadas. Y cerró con tono violento: “Campañitas contra mi partido, jamás”. Claro, era Rosario Robles, ahora secretaria en el gobierno de Peña Nieto y para colmo férrea priista.
Pero desde que la CDMX quedó en el PRD, el destino del PRI capitalino quedó sellado: nada para este partido que extrañamente tiene la Presidencia de la nación. No son pocos los priistas que lloran la pérdida, pero no hay muchos que tratan seriamente de recuperar la joya de la corona, ahora que están por darse de golpes el PRD y Morena para dominarla. No es fácil hacer vaticinios. Lo seguro es que el PRI no obtendrá ni el millón de votos que les prometió la ahora embajadora en Brasil, Beatriz Paredes, y menos la recuperará para el maltrecho tricolor.
Realmente al PRI no hay cómo defenderlo. No se deja, cada paso suyo es un hoyo negro. En un momento encabezó a las maltrechas huestes de tal organismo un señor extraño: Cuauhtémoc Gutiérrez. Un día, accidentalmente lo escuché hablar en un restaurante con sus camaradas: Por cada golpe a Peña Nieto, le daremos dos o tres a Mancera. Pensé: híjole, ahora sí que la capital regresará a sus antiguos dueños. No. El nuevo PRI estaba y está integrado por niños inexpertos, elegantes, distinguidos y algunos hasta guapetones. El señor Gutiérrez no encaja en ese perfil. Feo y gordo, no lograría atraer a los habitantes de las zonas hermosas de la ciudad. Al parecer, tampoco es muy honesto, según los medios de comunicación. Pero esta última “cualidad” está en todos, pero en todos los políticos.
Imagino la escena: el jefe de Estado habla con sus más cercanos colaboradores buscando la manera de recuperar para su causa a la CDMX. Llueven las propuestas, ninguna funciona, todos son bisoños o carecen de doctorados. Alguien levanta la mano con timidez: ¡Rosario Robles! Y propone a su hija: es nacida aquí, se formó con el PRD, pasó por el PAN asimismo de la ciudad y finalmente está capacitada para rehacer al PRI en esta complicada zona del país. Todos dicen a coro: ¡Wow!, pero antes de proceder a la votación, miran hacia el presidente, quien sin muchos titubeos dice: De acuerdo, ella no sólo obtendrá el número de votos que se requieren para mantenernos en el poder, sino que les quitará a perredistas y morenistas la ciudad capital.
Le avisan a Mariana Moguel, quien recibe la noticia con algún dejo de fastidio. No es tarea fácil, el mismísimo Hércules perdería. Pero mamá es mamá y le ayudará con consejos y algunas cosas más. Pasan las elecciones y el DF queda igual. Luego vendrá la división y la mitad se quedará con AMLO y dos o tres dirán que prefieren la corrupción del PRD que la nueva.
Cuando queda claro que Marianita no sirve para hacer política, ni siquiera votó por su partido, el priismo dice que no es grave, ya aprenderá y que siga allí: Patria o muerte, venceremos. Algo semejante a lo que sucedió en materia deportiva. Se queda.
Hoy la cúpula priista sabe que mantener la Presidencia no es sencillo, pero nadie se atreve a sugerir que pongan a un joven impetuoso y aguerrido para ganar algunas delegaciones al menos. Uno mira hacia donde está el ex dirigente del PRI capitalino y lo recuerda violento con los perredistas, los morenos y hasta con los panistas. Pero no, perdió su oportunidad, no importa que día tras día los medios y las redes destrocen la imagen del primer mandatario.
Supongo que en un partido con sabiduría, experiencia y audacia buscarían a un grupo vigoroso y osado y rescataría parte de su muy antiguo esplendor. Pero nadie, en un sistema presidencialista, da el primer paso y así llegarán las siguientes elecciones y de nuevo el PRD y Morena se repartirán el pastel y otra vez el PRI se quedará con las migajas. Qué importa, no es grave, si ya perdieron Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo y otros estados, para qué demonios quieren recuperar la CDMX. Marianita será mantenida en su cargo, pues ya probó su incapacidad y eso le gusta al que fuera el partido todopoderoso.
Si ya durante doce años el poder federal estuvo en manos panistas, no importa que Acción Nacional repita, la gente se hartará y pedirá a gritos que regresen esos filibusteros que al fin y al cabo eran cordiales y simpáticos. Bueno, no estoy tan seguro, pero eso le escuché decir a unos morelenses ahora que el perredista Graco se muestra como el bárbaro que siempre fue.