
Cuauhtémoc
CUERNAVACA, Mor., En la ya inacabable reyerta en están enfrascados Graco Ramírez, Gobernador de Morelos y Alejandro Vera, rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), si ha habido llamados al dialogo, esto hay que decirlo y han sido hechos tanto a nivel personal, como a través de funcionarios de ambos. Pero, desconcertantemente, cada llamado en este sentido, por ambas partes es precedido de amenazas, señalamientos de fraude y robo y hasta veladas injurias, entre uno y otro personaje y, además, rematando el llamado al dialogo con las mismas diatribas. Es decir la mecánica es señalamiento/acusación, llamado al dialogo y finalizando con señalamiento/acusación. Es como si se tomara la ocasión de llamar a un dialogo, para atacar al enemigo y vilipendiarlo más, lo que acusa que realmente no existe ningún interés en dialogar y si en ahondar la reyerta, tratando de herir más al enemigo, usando el llamado a dirimir diferencias como método publicitario para hacer creer a los morelenses que si les interesa el dialogo, cuando en realidad no lo quieren entablar bajo ninguna circunstancia. Por qué hay que decirlo, si se hubieran querido sentar a dialogar, tanto Graco como Vera, ya se hubieran sentado. A lo mejor no habrían llegado a ningún acuerdo, que es lo más seguro, pero al menos los morelenses hubieran atestiguado que hubo la voluntad de ambos, de cesar en las hostilidades entre ambos. Ambos, gobernador y rector, parecen estar tocando con el clarín de su vanidad y arrogancia, aquella antigua llamada de la caballería mexicana conocida como “toque a degüello” en la cual se les ordenaba a las tropas no dejar enemigo vivo ni tener misericordia con el vencido. Por otra parte, del lado de la sociedad civil también ha habido llamados dirigidos a ambos, Graco y Vera, para urgirlos a confrontar ideas, acusaciones y señalamientos mediante el dialogo, mismos que han sido fríamente ignorados por los dos. Señal de que no les importa dialogar y llegar a un acuerdo en sus diferencias, sino ganar destruyendo al rival. Así las cosas, no nos queda, como espectadores, ver cómo sigue creciendo de tono del ya inacabable agarrón de ambos personajes, hasta que uno acabe con el otro.