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CUERNAVACA, Mor, 25 de enero de 2015.- Lily Fang, profesora en MIT, Massachusetts Institute of Technology, ha estado estudiando este fastidioso asunto, informa BBC MUNDO.
Culpa a las vacaciones del verano boreal por la manera en la que las burbujas del mercado bursátil se estallan tan frecuentemente cuando llega el otoño al hemisferio norte.
Sin haber hecho estudios, yo he estado diciendo algo similar durante años.
Ejecutivo optimista
Antes de irse de vacaciones, todo se ve mejor.
Mi explicación es que los inversores están llenos de esperanza cuando están a punto de irse de vacaciones.
Pero cuando regresan a sus escritorios en septiembre, empiezan a ver lo que se viene para el fin del año y se dan cuenta de que esas pequeñas nubes económicas que de las que no se habían podido deshacer en verano siguen ahí, y cada día que pasa se están volviendo más grises.
Es entonces que entran en pánico.
Una y otra vez, en años como 1929, 1987 y 2008, los mercados se caen en otoño.
“El efecto septembrino”
Fang ha afinado lo que yo sólo he intuido.
Lo que aporta es una visión actualizada sobre la manera en la que operan los mercados financieros.
Septiembre tradicionalmente es un mal momento para las acciones y participaciones. Es el único mes que muestra un declive, en promedio, durante los últimos 100 años y durante lapsos de tiempo más cortos.
Se le ha llamado el “efecto septembrino”, y Fang y sus colegas piensan que han descubierto la causa.
Durante las vacaciones de verano, los inversores profesionales no pueden estar tan enfocados en las noticias del mercado financiero como el resto del año.
Lo que hacen es retrasar su reacción hasta que vuelven al trabajo en septiembre. Y a menudo, las malas noticias toman más tiempo en digerirse que las buenas, según la investigación.