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CUERNAVACA, Mor, 24 de enero de 2015.- A finales del siglo XIX el psicólogo californiano George M. Stratton estaba intrigado por la manera en que nuestros sentidos captan el mundo.
Unos años antes, el físico y médico alemán Hermann von Helmholtz había hecho una serie de pruebas con voluntarios a los que colocaba unas gafas que distorsionaban sus campos de visión y había comprobado algo novedoso.
Al cabo de algunas horas su cerebro se adaptaba a las lentes y los sujetos eran capaces de recalcular distancias sin dificultad. Pero Stratton quería ir un poco más allá y se preguntó qué pasaría si una persona llevara unas gafas para ver el mundo al revés durante suficiente tiempo.
La idea la puso en práctica hacia 1897, cuando diseñó unas gafas que le permitían invertir la realidad de izquierda a derecha y de arriba a abajo. A través de aquel dispositivo, el mundo aparecía completamente dado la vuelta y las primeras sensaciones eran de desorientación y mareo.
En un primer experimento, Stratton llevó las gafas puestas durante 21 horas y media en un periodo de tres días y, aparte de la dificultad para entender lo que veía y moverse, no experimentó ningún cambio. Pero en su segundo intento, tras llevar las gafas puestas de manera ininterrumpida durante ocho días, saltó la sorpresa.
Hacia el día 4 del experimento, las imágenes estaban todavía boca abajo, pero el día 5 se dio cuenta de que las veía del derecho, y solo si se concentraba podía volver a verlas las había percibido los primeros días. Su cerebro se había adaptado a los cambios.
Aquellas primeras pruebas fueron la base para comprender mejor cómo funciona nuestro sistema perceptivo y la versatilidad de nuestra mente para reaprender a ver el mundo. Como el bebé que mira sus manos y aprende cómo funcionan, nuestro cerebro puede retomar el proceso y adaptarse a nuevas circunstancias, una versatilidad que se comprueba a menudo en pacientes que pierden un miembro o personas con un daño cerebral.
Pero lo que sucede exactamente en este reaprendizaje para ver al revés no estaba del todo claro. Durante el siglo XX varios investigadores hicieron nuevas versiones del experimento de Stratton con diferentes resultados. En los años 50, el psicólogo austríaco Ivo Kohler se construyó sus propias gafas para ver el mundo invertido mediante un sistema de espejos y se puso a prueba a sí mismo durante días. En el documental que grabó sobre los experimentos, vemos a Kohler caminar por el campus de la Universidad de Innsbruck mientras realiza tareas como intentar llenar una taza o atrapar el globo que deja escapar una niña.
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