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Exitosa celebración del Buen Fin en Xochitepec
CUERNAVACA, Mor, 29 de diciembre del 2014.- Con sus grandes callejones y edificios de mármol blanco, el centro de Asjabad, la capital de Turkmenistán, se siente muy desierto, informa BBC MUNDO.
El único sonido que se escucha proviene de las muchas fuentes.
Ocasionalmente uno se encuentra con empleadas de limpieza que barren y friegan las veredas sin cesar.
Y sin embargo, uno no puede evitar sentir que está siendo observado.
Un hombre vestido de civil con un walkie-talkie en la mano aparece del otro lado de la calle y comienza a gritarme que me detenga cuando empiezo a sacar mi cámara para filmar.
Los oficiales de policía que vigilan las calles son un recuerdo de que Turkmenistán es uno de los países más represivos del mundo.
Incluso cuando uno está manejando aparecen a tu alrededor.
Mi pequeña cámara, sujeta a una de las ventanas laterales, capturó a uno de los oficiales en su auto.
Estaba mirando directamente hacia la lente y hablando frenéticamente por teléfono.
Capaz su intención era simplemente pasarme, pero ese tipo de encuentro genera temor entre la población e impone la obediencia.
Contrato roto
Y el temor está creciendo. Cuando visité Turkmenistán hace siete años, era sorprendente lo poco temerosos que eran los locales para hablar con la prensa extranjera.
En ese entonces, elogiaban al gobierno por el gas y los suministros eléctricos gratuitos, y el combustible y los alimentos baratos.
Me recordó lo que aprendí en mi clase de teoría política sobre los contratos sociales: el Estado provee beneficios económicos y a cambio los ciudadanos no cuestionan al Estado.
Hoy la sensación es que ese acuerdo no está funcionando del todo.
“Mi salario apenas me alcanza para alimentar a mi familia”, me dice un residente de Asjabad.
“¿Y qué si tenemos recursos energéticos enormes? La gente común no se beneficia mucho de eso. Incluso han instalado medidores de gas en nuestros departamentos”, cuenta.
El gas y la electricidad ya no son gratuitos.
“El precio de la carne y del transporte ha subido”, se quejó otro vecino.
“Pero la gente no protesta. Tienen miedo, no solo por ellos mismos sino también por sus familiares, ya que aquí se aplica el castigo colectivo”, agregó.
Sentado en una mesa de un restaurante, contándome de sus penurias, de pronto mi acompañante quedó petrificado, con sus ojos clavados en una puerta donde una mesera había dejado una nota.
“¿Por qué hizo eso?”, preguntó nervioso. Terminó siendo una inocente nota para reservar una mesa.
“Vivir con miedo”
Según Rachel Denber, de la organización defensora de derechos humanos Human Rights Watch, la situación en Turkmenistán sigue siendo “pésima”.
“No hay libertad de expresión, ni para congregarse, ni libertad religiosa”, afirmó.
“Es un país en el que los ciudadanos viven temerosos de las autoridades a todo nivel…incluso para algo tan sencillo como conseguir un aire acondicionado en el verano”.
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