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Lamenta Gobierno de Morelos fallecimiento del artista Rafael Cauduro
CUERNAVACA, Mor, 16 de noviembre del 2014.- Tocar el suelo de un cometa, una hazaña que logró el módulo Philae el pasado miércoles, fue un reto que se trazó la Agencia Espacial Europea (ESA) hace casi 30 años. Resultó algo accidentado, como la concepción de la misión, que solo se concretó a mediados de los noventa y que terminó ejecutada ya entrado el siglo XXI.
El 2 de marzo del 2004, la sonda Rosetta -el orbitador que llevaba consigo a Philae- fue enviada al espacio desde Kourou, en la Guayana Francesa, para iniciar una aventura que 10 años, cinco meses y cuatro días después empezó a escribir historia, relata la web EL TIEMPO.
El pasado 6 de agosto, luego de recorrer 6.400 millones de kilómetros, catapultada, entre otros, por el impulso gravitatorio de la Tierra y de Marte, logró entrar en la órbita del cometa 67/P Churyumov-Gerasimenko, un cuerpo celeste a 500 millones de kilómetros de la Tierra, que lleva el nombre de los dos astrónomos ucranianos que lo descubrieron en 1969, y que en su ‘cédula’ porta el código 67P, que lo identifica como el cometa 67 en ser hallado.
Así comenzó un nuevo capítulo en la exploración cósmica, que aguardaba por indexar la llegada a terreno, labor que Philae, del tamaño de una nevera, concretó tras un descenso de eternas siete horas para recorrer 22,5 kilómetros hasta situarse en el cometa ‘Chury’, de un área similar a la de la isla de Providencia. Como toda primera vez, era hacer posible lo que parecía imposible.
Por eso, investigadores y científicos del mundo han puesto a la misión Rosetta -cuyo costo se estima en mil millones de euros-, al nivel de la llegada del hombre a la Luna. Otros, al de la primera misión a suelo marciano. Se trató del séptimo ‘aterrizaje’ exitoso de una agencia espacial en la historia, tras las llegadas a Venus, Marte, la Luna, Titán (la mayor luna de Saturno) y los asteroides 433 Eros y Itokawa.
“Hemos sido los primeros en lograrlo y eso permanecerá para siempre. Nuestra ambiciosa misión Rosetta se ha asegurado un lugar en los libros de historia”, celebró el investigador Jean Pierre Bibring, un hombre de canas y bigote grisáceo, miembro del Instituto de Astrofísica Espacial en Francia y científico de la misión, que esta semana habló varias veces en rueda de prensa y causó sorpresa por su físico, fácil de confundir con Albert Einstein.
Lo cierto es que Rosetta (nombrada así por el antiguo fragmento de una tableta milenaria escrita en tres idiomas distintos y que sirvió para descifrar los jeroglíficos egipcios), ocupa ya un lugar entre los cinco hitos de la exploración espacial. “Se suman también las misiones Voyager, que tras más de 30 años siguen enviando información de los exoplanetas, y la construcción de la Estación Espacial Internacional”, dice el astrofísico colombiano Santiago Vargas, profesor investigador del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.
De haber sido una tarea fácil se habría traicionado la esencia de una misión que tuvo que ser reprogramada antes de su ejecución por fallas previas en el cohete de lanzamiento Ariane 5, lo que obligó a cambiar su destino inicial, el 46P/Wirtanen. Ese percance hacía imposible alcanzar al cometa debido a su órbita y su ritmo fugaz, por lo que ‘Chury’ apareció como plan B.
Para la ciencia, los secretos que esconden los cometas son aún desconocidos. De ahí el interés profundo por estudiarlos. Las investigaciones se concentrarán en tratar de dilucidar si el agua de estas ‘bolas’ de hielo y polvo interestelar dio origen a los océanos de la Tierra. Para los investigadores, estos cuerpos celestes son como una ‘caja negra’ que contiene registros de los procesos físicos y químicos que ocurrieron durante esas épocas primigenias, hace 4.600 millones de años, cuando se estaban formando los planetas.
“Los cometas no se habían podido ver tan de cerca porque llegar a ellos es difícil, tienen unas velocidades muy altas y órbitas muy elípticas (‘Chury se mueve a 55 mil kilómetros por hora, más de 50 veces la velocidad de un avión comercial), lo que los hace complicado quedarse cerca de ellos. Además, son cuerpos activos, que cuando están cerca al Sol desprenden toneladas de material al espacio, a velocidades muy altas por segundo, que no solo son gases sino partículas sólidas”, dice el español Miguel Pérez de Ayúcar, coordinador de operaciones científicas de Rosetta.
Por eso, tras el descenso de Philae, en el que tocó suelo no una sino tres veces, la comunidad científica cruza los dedos para que sus labores se puedan ejecutar dentro de lo planeado. No se sabe con exactitud dónde está, aunque se estima que quedó a algo más de un kilómetro del lugar estimado para su arribo, y pese a que no se ha logrado anclar, ya envió fotos panorámicas y varios de sus instrumentos a bordo (lleva 10 en total) han hecho ciencia, entre ellos el taladro destinado a sacar muestras del terreno.
Sergio Torres Arzayús, astrofísico colombiano investigador del Centro Internacional de Física, dice que esta proeza de Rosetta abre una ventana más del universo. “Explicar la formación de sistemas planetarios y el origen de la vida es uno de los problemas científicos más agudos y que aún no ha sido resuelto”, señala.