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CIUDAD DE MÉXICO, 31 de julio del 2014.- Datos revelados por Consulta Mitofsky indican que el 15 por ciento de los mexicanos no necesitan “palabrotas” para comunicarse con los demás; sin embargo, un habitante de este país dice en promedio 20 groserías en una conversación cotidiana.
El espacio favorito para pronunciarlas es durante la convivencia con los amigos (63 por ciento), seguido por los compañeros de trabajo (36 por ciento) y la pareja (34 por ciento).
“Si las respuestas de los mexicanos se extrapolan buscando la incidencia nacional, tendríamos en el país más de mil 350 millones de malas palabras cada día o 500 mil millones al año”, dice el reporte.
Para algunos este dato indicaría que el país adolece de buenos modales, aunque si se ve desde el lado científico, también se podría pensar que México sufre poco. Richard Stephens, psicólogo de la Universidad de Keele, Inglaterra, reveló que decir malas palabras alivia más rápidamente el dolor.
A decir del experto, pronunciar palabras altisonantes altera el estado de ánimo y reduce la irritación, además de que la cantidad y simpatía hacia el uso de éstas depende del género y el estatus de las personas. “Las mujeres son las que menos dicen groserías y la gente de clase trabajadora es la que más las utiliza”, afirma.
¿CUÁNDO Y CÓMO?
Álvaro Gordoa, socio del Colegio Imagen Pública, considera que decir malas palabras es “benéfico y liberador”, pero en el terreno del protocolo es importante preguntarnos qué percepción damos cuando las usamos.
En su canal de Youtube explica que cuando estamos solos y hacemos un diálogo interno, un 20 por ciento de nuestra comunicación son malas palabras, cantidad que se reduce a menos de uno por ciento cuando estamos en público.
“El protocolo es flexible y así son las groserías. Hay tiempos, lugares y formas para todo. No es lo mismo que yo me presente en mi videoblog como un especialista en imagen pública, a cuando estoy con mis amigos viendo el futbol en una cantina, donde seguramente diré groserías porque es mi círculo”, puntualiza.
Las malas palabras tienen subdivisiones, Gordoa dice que no se tienen que utilizar de manera forzada, ni tampoco como una palabra común del vocabulario.
“Bienvenidas las groserías en contextos que sean para expresar emociones, hay que prohibirlas cuando son insultos o se usan para atacar. Además, no se debe tomar como machista, pero los estudios dicen que las malas palabras están más arraigadas en adolescentes y hombres, esto quiere decir que la mujer diciendo groserías en exceso será más estigmatizada, siempre tendrá connotaciones de mayor vulgaridad que un hombre”.
FUENTE: El Universal