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MADRID, 21 de julio de 2014.- Un gran número de expertos que investigan el cáncer se concentra en la biología del tumor en sí, pero Michele Petruzzelli, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de España, decidió poner el foco en el resto del organismo para buscar vías de ataque indirecto a la enfermedad y descubrió que el proceso quemagrasa, es decir, la conversión del tejido graso blanco (grasa “mala”) en marrón (grasa “buena”), es lo que provoca la muerte en un tercio de los pacientes con cáncer.
Su trabajo sobre la respuesta del cuerpo al tumor, publicado en Cell Metabolism, descubrió que la caquexia, la extrema delgadez y debilidad que afecta a enfermos en fases avanzadas de numerosas enfermedades, acaba siendo la auténtica causa de la muerte de un tercio de los enfermos de cáncer.
Además, su estudio reveló que dicha delgadez se desencadena por un proceso muy estudiado, pero no para combatir el cáncer, sino la obesidad: la conversión del tejido graso blanco en marrón, conocido como grasa parda.
“Es la primera vez que este fenómeno que, podríamos llamar quemagrasa, se asocia a un efecto negativo”, explicó Petruzzelli. “La transformación de grasa blanca en marrón, que es ahora uno de los temas estrella de la investigación por sus potenciales efectos positivos contra obesidad y diabetes, tiene consecuencias muy perniciosas en el contexto del cáncer”.
Los investigadores tienen claro que si se logra reducir la transformación del tejido graso los síntomas de la caquexia mejoran, aunque no desaparezcan del todo. Lo demostraron bloqueando moléculas mediadoras de la inflamación —un proceso vinculado a la caquexia—, en concreto la citoquina IL6.
“La inhibición del paso de grasa blanca a parda representa, por tanto, una vía prometedora para mejorar la caquexia en los pacientes de cáncer”, señaló.
La investigación inició cuando seleccionaron una docena de ratones modelo y estudiaron qué transformaciones sucedían en sus cuerpos a medida que se desarrollaba el tumor, observando que se producían numerosas modificaciones en los órganos que variaban en función del tipo de modelo y tumor. No obstante, el efecto de la transformación de grasa blanca en marrón se produjo en todos ellos, incluso antes de que se manifestaran los síntomas ya conocidos de la caquexia.
En el estudio se subrayó que hasta hace poco la caquexia, asociada al cáncer, se interpretaba como una especie de “autocanibalismo”, es decir, el organismo se consume a sí mismo tratando de cubrir las necesidades energéticas del tumor en constante crecimiento.
Actualmente ya se sabe que pueden producir caquexia tumores de todos los tamaños y en etapas muy tempranas del desarrollo antitumoral, lo que contradice la teoría del autocanibalismo.
“Con todo ello podemos señalar que el nuevo trabajo puede abrir la posibilidad de identificar biomarcadores que nos ayuden a predecir qué pacientes van a desarrollar caquexia, de forma que podamos tratarlos de forma preventiva”, indicó Petruzzelli.
Con estos nuevos datos, y la constatación de que es la caquexia asociada al tumor —y no el tumor en sí— lo que causa la muerte de un tercio de los pacientes de cáncer, se ha impulsado el estudio de este síndrome en los últimos años. Ahora se sabe que está vinculado a la inflamación.
Los resultados indican que si se actúa bloqueando uno de los agentes que promueven esta inflamación, la citoquina IL6, se reduce sustancialmente el proceso de transformación de la grasa y, consecuentemente, la caquexia; aunque resaltan que no se logra una curación: la IL6 es solo una de diversas citoquinas implicadas y bloquearla no es suficiente.
La investigación, cuyos fondos proceden del Ministerio de Economía y Competitividad y la Unión Europea, sugirió que los antiinflamatorios podrían ayudar a combatir la caquexia. Pero hay un problema: el desconocimiento sobre este síndrome es tal que no es posible predecir qué enfermos de cáncer la desarrollarán.
El trabajo actual puede abrir una vía al descubrir procesos —la transformación de la grasa— muy iniciales en la caquexia. “Permite pensar en la posibilidad de identificar biomarcadores que nos ayuden a predecir qué pacientes van a desarrollar caquexia para tratarlos de forma preventiva”, concluyó Michele Petruzzelli.
FUENTE: Milenio