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TEGUCIGALPA, Honduras, 12 de julio de 2014.- El efecto corrosivo del narcotráfico y la violencia desatada por el crimen organizado están detrás de la más grande oleada migratoria que jamás haya visto Honduras, sentenció el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, quien advirtió que se ha detectado a redes criminales detrás de la migración de miles de menores de edad a Estados Unidos vía México.
“Cuando investigamos el fenómeno de la migración, particularmente de los niños, llegamos a los famosos coyotes que son parte de esta red de crimen organizado que está ligada también a los cárteles de la droga”, dijo en entrevista con MILENIO, en la que alertó que buena parte de la violencia que ha hecho de Honduras el país más peligroso del mundo está vinculada a las organizaciones del narco que buscan hacer de su territorio un punto de cruce de la cocaína que va de Sudamérica a Estados Unidos.
Miles de niños hondureños están aún en ruta al norte y otros tantos en camino de ser deportados de vuelta al sur, muchos de ellos expulsados de San Pedro Sula, la ciudad más violenta del planeta y cuyas tasas de homicidio –130 por cada 100 mil habitantes en 2013—hacen palidecer a Ciudad Juárez en sus peores épocas. Un éxodo en el que Hernández no duda en ubicar buena parte del peso de la culpa en la violencia que han traído los cárteles mexicanos y colombianos.
“Nunca antes en la historia Honduras había perdido tantas vidas y habíamos tenido este fenómeno de migración debido a la lucha contra las drogas”, dijo. “Lo que ocurre es un fenómeno migratorio entre falta de oportunidades y problemas de inseguridad y todo esto tiene que ver con el paso de la droga por Honduras: el 80, 85 por ciento de la violencia (en el país) se origina del paso de la droga. No sólo son actos de violencia mínimos”.
La historia parecerá similar a muchos en México: un presidente arriba al poder después de elecciones particularmente duras y cuestionadas. Su gobierno inicia con una campaña frontal de combate al crimen organizado y la creación de nuevos cuerpos de seguridad. Urgido de aliados, el Ejecutivo hace del Ejército el puntal de sus políticas públicas y lanza una limpieza de las instituciones que desnuda alarmantes grados de corrupción y complicidades. La batalla contra los grupos delincuenciales se recrudece. Los muertos escalan mes a mes…
Las similitudes no son coincidentes, de hecho, son intencionales. Hernández, un abogado de derecha con profundas raíces católicas, admite haber estudiado los casos de Colombia y México en el diseño de su ofensiva contra la delincuencia, cuya génesis puede resumirse con su principal promesa de campaña: “En cada esquina de Honduras debe haber un militar”.
La promesa, con todo lo que eso significa, va en proceso de cumplirse. Con una deuda externa cada vez más pesada que limita su capacidad de reacción y bajo fuertes presiones de Estados Unidos en distintos frentes, el gobierno hondureño ha echado mano de su Ejército para todo tipo de tareas, desplegándole hasta el punto de quiebre. Hoy militares encaran la explosiva mezcla de creciente inseguridad urbana. Enfrentan a las maras. Deben confrontar a los cárteles mexicanos y colombianos. Venden frijoles en las esquinas, para combatir la carestía. Administran hospitales públicos, ante el descrédito civil.
Y por si fuera poco, atienden la crisis derivada del éxodo de miles de personas al norte: Unidades de élite que responden directamente al despacho presidencial han sido desplegadas en la frontera con Guatemala en la “Operación Rescate de Ángeles”, diseñada para eliminar a las bandas de coyotes que cruzan personas de sur a norte.
FUENTE: Milenio