Cuauhtémoc marca la ruta
La izquierda, desde que fue acuñado el término, en los años de la Asamblea legislativa francesa en 1791, previos a la Revolución, ha jugado un papel importante para el desarrollo de la democracia.
Los diputados conservadores o monárquicos estaban a la derecha y los más avanzados o radicales solían sentarse del lado contrario. Bien vistos los orígenes, es tan sólo una cuestión de acomodo.
Por cierto, en el centro estaban los legisladores independientes, más correctamente los de incierta orientación política inestable. Con el tiempo y la aparición del marxismo y otras fuerzas políticas revolucionarias que buscaban cambios serios, profundos y positivos para el pueblo, el término fue sufriendo modificaciones hasta ser considerada una postura política de todos aquellos que desean la transformación avanzada del orden político, económico, social y cultural de un país y se empeñan en ello, apoyados por una ideología compleja y bien articulada. Se dice fácil, no lo es.
Es un asunto político grave y profundo. No es como suponía Rosario Robles en sus años de exacerbado perredismo: Soy de izquierda porque de ese lado está el corazón. El Che Guevara se veía a sí mismo como revolucionario, pues ser de izquierda supone bastante más que la ubicación de un órgano clave de la existencia: coraje, indignación, un bagaje ideológico y la pasión por el bienestar de los seres humanos. Seamos justos, los reaccionarios, los conservadores, los fascistas, también tienen el corazón del lado izquierdo.
De allí viene el término que tanta palabrería y tanta sangre ha producido. Por años pareció existir claridad en la utilización del concepto, cada vez más elaborado. En Italia, en la segunda mitad del siglo XIX, la oposición constitucional, que aceptaba participar en el Parlamento utilizó la expresión “izquierda histórica” para ajustarse a la monarquía sin abandonar logros como el sufragio universal.
En el México actual muchos la usan para diferenciar distintas corrientes marxistas, trotskistas y anarquistas de los cocteles que se erigen como “izquierdistas” en partidos como el PRD y Morena, ambos dirigidos por ex priistas, los que a lo sumo, desde hace décadas, permanecen por vocación propia en un cómodo centro, la nada, los cero grados de la política, decía el politólogo francés Duverger.
Alrededor de la década de los sesenta, muchos jóvenes comenzaron a moldear la idea de convertirse en “izquierda revolucionaria”, un movimiento nacido de las luchas de estudiante y obreros. Eran variantes sólidas de las revoluciones armadas que habían llevado a cabo los rusos, los chinos, los vietnamitas y más recientemente los cubanos. Si ellos habían tenido éxito y derrotaron a las grandes potencias, ¿por qué no verla como una posibilidad realista? Por desgracia y según la lógica del propio Fidel Castro, entonces joven e impetuoso, nosotros aprendemos, el enemigo también, las intentonas guerrilleras fueron sistemáticamente aplastadas por ejércitos apoyados por el poderío de EU, quien no estaba dispuesto a permitir más el crecimiento y desarrollo de esa izquierda armada.
Luego vino el estrepitoso derrumbe del llamado socialismo real, el bloque soviético desapareció asombrosamente de la noche a la mañana, dejando sólo rastros de sus aspectos negativos y muy pocos de los positivos que alcanzaron. La izquierda internacional, que ya venía arrastrando crisis severas a escala internacional, por fricciones de partidos comunistas locales con el poderoso y con frecuencia equivocado Partido Comunista Soviético, comenzó a flaquear y a buscar deshacerse del discurso político revolucionario sustituyéndolo por uno más suave y del rojo pasamos al color de rosa y aquí, merced al triunfo aplastante del capitalismo, ahora llamado neoliberalismo globalizador, a una “izquierda” comandada por ex priistas que nos han llevado a la aberración de aliarse con el PAN.
En eterna y brutal pugna entre sus distintas corrientes, fue perdiendo fuerza y al final, todo lo que le criticaron al PRI, ser aliado natural de Acción Nacional, la derecha por excelencia, ahora lo absorben ellos en busca de chisteras mágicas que permitan la salida de conejos. Por desgracia, izquierda y derecha aquí, sólo han logrado encumbrar a ex priistas.
La pregunta es, ¿dónde está la izquierda mexicana? No en el PRD, tampoco en Morena. Ha desaparecido para dejar una palabra hueca, risible. La izquierda que debería surgir tendrá que poseer una ideología revolucionaria, no de apariencia, rechazar el autoritarismo, buscar su principal soporte en la sociedad, dejar de lado la organización de arriba hacia abajo, tendrá que ser al contrario, luchar contra las distintas enajenaciones como la sexual, la psicológica, cultural, aceptar que la ecología forma parte de una idea más lograda de izquierda e imposible de señalar en una nota breve.
De otra forma, seguiremos tras pifias y no en busca de sueños y utopías. Marx se propuso transformar positivamente el mundo, los demás ahora buscan mejorar sus posiciones personales. Hoy todo lo que se califique como izquierda produce serias sospechas.